Cien números después

 

Agradezco a la presidenta de AES su encargo –y su insistencia- porque me ha dado la oportunidad de hacer un repaso de lo que han sido mis vivencias en AES. Y es lo que voy a comentar.

Me habría gustado empezar este escrito con un chiste aplicado al momento presente, tal como hacían siempre los profesores anglosajones que venían a las Jornadas como ponentes invitados. Pero como no sé cómo son las cosas de AES hoy en día, no me atrevo a hablar sin conocimiento de causa.

Cien números y ahí sigue todavía. Y no es que aguante, es que mejora. Se acomoda a los tiempos en que vivimos y es mucho más rico y coral, como se dice ahora. Y todo eso es un motivo de orgullo para mí, porque lógicamente siento que, en cierta medida, soy partícipe de su recorrido; lo que pasa es que ha subido tanto que no me veo capaz de seguirle. Hablo del Boletín de AES.

El paso del tiempo me produce una doble sensación: tiene una parte dulce y otra amarga. Empiezo por las malas noticias: es la sensación de haber perdido el tren, de estar fuera de una habitación en la que me encontraba muy a gusto. El consuelo es que es ley de vida, pero es incómodo. La parte positiva es que me hace recordar buenos momentos, eso de que estuvo muy bien mientras duró. Me refiero a mi colaboración.

La primera letra de la sigla AES quiere decir en la práctica: Amigos. Porque eso es lo que era, allá por los años 80 del pasado siglo, aquel punto de encuentro de jóvenes profesionales interesados por la economía de la salud. Había comenzado por los encuentros personales que iba enlazando Lluis Bohígas desde unos años antes, y que cristalizaron en la organización de las primeras Jornadas de AES en Barcelona en 1980.

Yo entré en AES de la mano de Juan Cabasés, que me pidió que le ayudara a organizar las segundas Jornadas, que se había comprometido a celebrar en Bilbao en 1981. Y digo bien celebrar, porque aquello era una fiesta. Una fiesta en la que llovía siempre; en la que nos volvíamos a encontrar todos los amigos, incluyendo el entusiasta grupo portugués que venía en un autobús y los argentinos de Ginés, que daban a la reunión un tinte cosmopolita; pero en la que desgranaban con entusiasmo y calidad los nuevos campos de aquella disciplina que había intuido Brian Abel-Smith en 1956 con su estudio de los costes del National Health Service (NHS) y que revolucionó en 1991 el Informe Abril. Por ejemplo, la medida de la salud, la planificación, la gestión, la equidad, la evaluación, los recursos humanos, etc.

Entonces hacían bolos dando cursos por todo el país, organizaban y/o dirigían las Jornadas y/o tesis doctorales, escribían editoriales y artículos de opinión, participaban en conferencias y talleres… y se divertían con su trabajo y con sus amigos, los componentes del equipo que se iba formando en AES.

Por citar unos pocos, puedo mencionar a los primeros presidentes: Bohígas, Rovira, Cabasés, Antoñanzas, Martín, Murillo, Ortún y González. Varios de ellos siguen presentes hoy en día entre los autores de AES, lo cual es formidable. Con algunos otros he tenido un trato más cercano por diversos motivos, y me resisto a no mencionarlos por su nombre de pila: Félix, Guillem, Voro y Ricard, Marisol, Anna… Hay muchísimos más que me gustaría mencionar, pero la inmensa lista sería siempre incompleta porque se me olvidarían algunos.

Y pido disculpas por los que no menciono y ellos o ellas saben que formaron parte de aquel equipo. Pero es que a estas alturas se me olvidan fácilmente tres cosas: los nombres, las caras… y la tercera, no me acuerdo.

Siempre he sentido una profunda admiración por mis compañeros de AES y tengo que reconocer que me produjo una verdadera satisfacción cuando, en el momento en que me jubilaba de mi vida laboral, hace ya bastantes años, me ofrecieran la oportunidad de colaborar en uno de los trabajos en los que estaban involucradas, primero Beatriz González con Patricia Barber y luego Laura Cabiedes. Pero enseguida estaba ya embarcado en otras disciplinas y no pude aceptar sus propuestas.

Cuando digo admiración, estoy hablando no solo del reconocimiento de su excelencia profesional sino también cultural, humana e incluso política. El equipo de los primeros tiempos de AES –y las posteriores incorporaciones- era extraordinario en muchos aspectos. Y estoy convencido de que seguirá siendo así en las siguientes generaciones, motivado en gran parte porque otra virtud que tenía aquella gente es que eran unos magníficos docentes, de los que hacen fácil que su saber, y su saber hacer, se contagien.

Puedo hablar de lo que más conozco, que son los primeros tiempos de AES, cuando, con un centenar de socios, la sede se ubicó unos meses en la Plaza de Catalunya, antes de pasar a la calle Arizala y luego a Sardenya, hasta que se instaló en Calvet, todo eso en Barcelona, claro. Y puedo mencionar unos pocos detalles estadísticos curiosos de aquellos comienzos, aunque muchos ya los sepáis o los podáis encontrar con facilidad. Por ejemplo, que la primera tesis doctoral que se leyó sobre temas económico-sanitarios, fuera la de Joaquín Verges en Barcelona en 1974, sobre la Seguridad Social española, unos pocos años antes de empezar la movida de AES. Que los primeros socios de honor de AES fueros Herbert Zöllner (de la OMS), Enrique Costas Lombardía, Alan Williams (de la universidad de York) y José Barea. Que AES se fundó en 1986, seis años después de las primeras Jornadas, y que el primer Boletín Economía y Salud –cuando entonces se hablaba de Sanidad- vio la luz en diciembre de 1987.

El Boletín tenía 12 páginas y su salida fue errática en los primeros años hasta que consiguió adquirir una seriedad cuatrimestral. Al cabo de muchos años creció hasta 16 páginas, pero cambió poco con el tiempo, porque cumplía con el doble propósito de servir de medio de difusión de la economía de la salud y de órgano de comunicación entre sus miembros. Y como lo cumplía, los lectores se encontraban en su zona de confort y no hacía falta salir de ella. Personalmente llevé la responsabilidad de su edición durante 15 años, en los que aparecieron 44 números, hasta que en octubre de 2002 se hizo cargo del Boletín Rosa Urbanos, para darle un carácter más moderno, de acuerdo con los tiempos. Puedo confesar que yo seguí aquel consejo de que: “es mejor que te retires antes de que te echen”.

Y termino.

Me acuso de no haber seguido en este papel –en el sentido más usual de la expresión papel en castellano- el esquema de una investigación. No hay objetivos, no hay material y métodos… no hay nada más que un relato. Me tomo el placer de ser irregular y demostrar que no tengo aversión al riesgo. Tampoco hay bibliografía. Me remito a los boletines, los libros de las Jornadas, los números de Gestión Clínica y Sanitaria, Econsalud, los Informes Técnicos, las Memorias… en definitiva, a la inmensa y excelente producción bibliográfica de AES, que ha desembocado en la web, el blog en el que se colgará esto –si pasa el examen- y el resto de redes sociales.

En cuanto a las fotos, recomiendo localizar el álbum publicado sin ninguna formalidad en 2002, con el título: 25 años de economía de la salud (Una visión fotográfica de la historia de AES), preparado con la colaboración de Laura Cabiedes y Anna García-Altés. Allí aparecen, si no todos, sí muchos de aquellos aguerridos economistas de la salud.

Y termino con las mismas palabras que acababa hace veinte años: he cumplido mi último encargo. Bueno, espero que nunca haya un último encargo.

 

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

code

5 ideas sobre “Cien números después”

  • Vicente
  • Félix Lobo
  • Sergio García Vicente
  • Marisol Rodríguez
  • Beatriz Gonzalez