Sueño y actividad económica

Los individuos no somos robots y, por tanto, necesitamos recuperar energía, y lo hacemos durmiendo. Dormir es la actividad a la que más tiempo dedica la gente en una semana normal. De hecho, la falta de sueño contribuye a la desincronización de los ritmos circadianos, debilita el sistema inmune y puede acabar afectando a las funciones autónomas individuales y la actividad cognitiva de las personas, además de la salud física y mental.

Al dormir, reparamos el corazón y los vasos sanguíneos, ayudamos a mantener un equilibrio saludable de las hormonas que nos hacen sentir hambre e influyen en cómo reaccionamos ante la insulina, entre otras cosas. La falta de sueño predice comportamientos poco saludables relacionados con una sociedad moderna como el estrés psicosocial, una dieta desequilibrada, la falta de actividad física, entre otros.

Aunque dedicar el tiempo suficiente a dormir es esencial para un bienestar físico y psicológico óptimo, no siempre conseguimos dormir lo suficiente para sentirnos descansados. En parte porque la calidad del sueño no está totalmente controlada por las personas (está sujeta a experiencias y emociones que vivimos a diario en nuestra vida profesional y personal), y en parte porque tenemos otros planes o caemos en otras tentaciones. El tiempo de desplazamiento, las preocupaciones financieras, el estrés laboral, además de las dietas azucaradas y la salud mental pueden influir en el sueño.

La falta de sueño es tan generalizada entre la población que cuando se les pregunta a las personas qué harían con un aumento inesperado de tiempo (“time windfall”) semanal, la respuesta más común es dormir más. Por suerte, las pautas de sueño difieren entre días laborables y en los fines de semana, ya que el tiempo no estructurado permite satisfacer nuestras necesidades de sueño semanales. Algunos dormimos más los fines de semana y otros se han acostumbrado las siestas diurnas para compensar esa falta de sueño crónica. Todo ello explica el aumento de la dispersión del tiempo de sueño durante las últimas décadas.

Los modelos microeconómicos clásicos de manual plantean el dilema entre dedicar tiempo a ocio o trabajo, sin considerar el tiempo dedicado a dormir que se supone constante. Pero por suerte, los avances en economía de la salud y de la conducta, nos permiten, poco a poco, considerar las restricciones no solo de tiempo, sino las fisiológicas y mentales a las que nos enfrentamos como individuos derivados de la necesidad de dormir.

Determinantes socioeconómicos de la calidad del sueño

Entre los determinantes sociales cabe destacar que la calidad del sueño está afectada por los cambios en la exposición a la luz, al ruido o al uso de tecnologías de comunicación (móvil), el acceso a Internet o televisión. Por ejemplo, la intensidad de la luz en los hogares ejerce una influencia ambiental en la calidad del sueño, puesto que la melatonina natural está influenciada por la exposición a la luz. Asimismo, el tiempo dedicado al uso de tecnologías puede competir con el tiempo que los individuos pasarían durmiendo sin ellas, lo que las convierte en  «tentaciones digitales», no sólo reduciendo el tiempo de sueño, sino aumentando la exposición a tecnologías de luz azul justo antes de ir a dormir. Finalmente, aquellos que somos o hemos sido padres habremos tenido la maravillosa suerte de comprobar de primera mano cómo la calidad del sueño está afectada por la presencia de niños en el hogar.

Entre los determinantes económicos, cualquier economista que haya leído la teoría de la asignación del tiempo de Gary Becker destacaría el papel del coste de oportunidad de dormir, es decir, la ganancia de utilidad en términos de ocio y trabajo derivadas de asignar el tiempo a otras cosas. Un mayor salario y responsabilidad, o una vida social nocturna intensa, pueden pasar factura en términos de falta de sueño.  Por ejemplo, una estimación clásica sugiere que un aumento de 1 hora en tiempo de trabajo provoca una reducción del sueño de 13 minutos.

Obviamente, el coste de dormir puede variar durante el ciclo de vida de las personas, e incluso según las estaciones y las zonas horarias. Lo que sí sabemos además es que este coste de oportunidad de dormir está influenciado exógenamente por el ciclo económico, y algunos estudios estiman que la duración del sueño es contra cíclica (se duerme mejor cuando la actividad económica se ralentiza), y en cambio, la duración del sueño disminuye cuando la actividad económica se recupera.

El efecto del sueño sobre la productividad

El sueño no sólo produce un efecto sobre el bienestar a través de la utilidad directa derivada de su consumo, sino que también a través de la mayor renta y la productividad de dormir más ya que el descanso afecta a la motivación y la capacidad laboral de las personas. Para estudiar el efecto de cambios exógenos en el sueño, normalmente se examina la variación de la zona horaria en las horas de la puesta del sol.

Siguiendo esta metodología, un estudio con datos de uso del tiempo de sección cruzada de EE.UU. estima que un aumento de una hora en el tiempo de sueño semanal genera un aumento del 1,1% en los ingresos laborales tanto a corto como a largo plazo. Estos resultados son económicamente muy relevantes ya que sugieren que el aumento en los ingresos derivados de una hora extra a la semana de sueño supera a los producidos por un año adicional de educación formal. Pero alguien podría decir que en Europa los mercados laborales tienen un funcionamiento diferente (una mayor presencia de la negociación sindical, y el cobro por hora menos común). Para testar este efecto y además controlar (a diferencia del estudio americano citado) por el hecho de que la necesidad de sueño es diferente para cada persona (usando una estimación con efecto fijos individuales) y datos de Alemania,  Sarah Fleche, Ricardo Pagan y un servidor estimamos que, de forma análoga al estudio americano, la cantidad del sueño semanal influye en el empleo, la productividad y en la renta de los individuos. Tal como se observa en la Figura 1, explotamos como experimento natural que el aumento de exposición solar de una hora reduce las horas de sueño entre 5 y 7 minutos dependiendo de dónde reside cada individuo en Alemania.

Figura 1: Sueño y exposición solar

Fuente: Costa-Font et al (2024)

En la Tabla 1, se muestran los resultados de un modelo de variables instrumentales con efectos fijos donde se explota como instrumento la diferente exposición geográfica a la luz solar, y sugiere que cada hora adicional de sueño a la semana aumenta la probabilidad de empleo en 1,6 puntos porcentuales, y los ingresos semanales en 3,4 puntos porcentuales.

Tabla 1: Estimaciones del efecto del sueño en los resultados del mercado laboral

Fuente: Costa-Font et al (2024)

Estas estimaciones además son comparables a los de otro trabajo con datos británicos donde, con Sarah Fleche, utilizamos las variaciones de las interrupciones del sueño de los hijos pequeños sobre la duración del sueño de las madres (y padres) para estimar así el efecto del sueño en el rendimiento económico de las madres. En el estudio británico constatamos que, al aumentar en media hora la duración media del sueño nocturno de la madre se aumenta su participación en el mercado laboral en 2,5 puntos porcentuales, su jornada laboral en un 7%, y los ingresos familiares en un 4,9%; aunque su satisfacción laboral sólo aumenta muy ligeramente (se obtienen efectos también con los padres, pero los efectos son muy inferiores y menos precisos). Observamos que estos efectos dependen de la influencia del sueño materno en la selección del trabajo a tiempo completo versus el trabajo a tiempo parcial. Sin embargo, constatamos que el aumento de la flexibilidad de los horarios laborales entre las madres con más experiencia mitiga en parte los efectos negativos de la privación del sueño.

Efectos del sueño sobre la economía

Algunas investigaciones se han dedicado a cuantificar los efectos globales del sueño en la economía. De hecho, los costes monetarios de la falta de sueño sobre la economía se estiman en el 1,9-2,9% del PIB en EE.UU., 1,4-1,8% en Reino Unido, 1,0- 1,6% en Alemania y 0,8-1,6% en Canadá. Sin embargo, esta sería un estimación conservadora ya que no tiene en cuenta que la falta de sueño aumenta la crispación social y las actitudes prosociales de la población.

¿Se puede incentivar que la población duerma bien?

Teniendo en cuenta el efecto que tiene el sueño sobre los resultados laborales y la salud, algunas organizaciones se han planteado diseñar incentivos para dormir. Por ejemplo, Aetna, una compañía privada de seguros de salud, ofrece 25 dólares por cada 20 noches en las que las personas duerman 7 horas o más, con un límite de 500 dólares al año, que se controla con dispositivos eléctricos. Ese efecto se añade al de subvencionar dispositivos de información digital para realizar un seguimiento del sueño puede incentivar el tiempo asignado al sueño. De hecho, la evidencia de un ensayo de control aleatorio sugiere que un subsidio a los empleados para comprar una pulsera portátil mejora el sueño y el ejercicio significativamente.

No obstante, una de las posibles críticas a los enfoques económicos tradicionales del sueño es que no está claro hasta qué punto los individuos son conscientes de sus efectos sobre su actividad económica, lo que limita el papel de los incentivos económicos tradicionales. En cambio, este parece un campo fértil para testar inventivos conductuales (‘behavioural incentives’), ya que muchas de las decisiones sobre dormir son automáticas, forjadas por rutinas y no por decisiones conscientes, lo que abre la posibilidad a hacer múltiples ajustes en la arquitectura de la toma de decisiones.

Desde los poderes públicos, es posible hacer más evidente esos efectos de la falta de sueño con intervenciones de sistema (llamadas “S-Frame”). Por ejemplo, es posible rediseñar los horarios de los programas de televisión o los horarios laborales, así como regular sobre las expectativas laborales en relación con responder emails y, en general, el acceso a pantallas por la noche. Otra cuestión que podríamos revisar son los llamados “puntos de referencia culturales o sociales” (¿cómo puede ser que los restaurantes no abran la puerta para cenar antes de las 9? ¿O que el Telediario siga siendo a las 9 después de integrarnos en el mercado único?). No debería sorprender a nadie que España se sitúe junto con Italia y algunos países del este en cola de la distribución de las horas de sueño en Europa.

También podemos pensar en intervenciones individuales (i-Frame). La falta de sueño genera lo que en economía conductual llamamos internalidades, es decir, comporta consecuencias negativas sobre nuestro bienestar futuro (future selves). Dado que las personas estamos sujetas a los llamados “sesgos del presente” (present bias), caemos en la tentación de retrasar la hora de ir a dormir guiados por las ganancias inmediatas de acabar de ver la serie de televisión preferida o la conversación interesante, ignorando las pérdidas de productividad y motivación al día siguiente. Estos sesgos conductuales apuntan a la necesidad de intervenciones conductuales (‘nudges’), tan simples como una alarma cuando toca ir a dormir (algo así como un casimiro, pero para adultos), hasta un cambio en la iluminación doméstica para con ello empezar a generar melatonina automáticamente, y con ello aumentando la sensación de sueño.  Si alguien está interesado en 2023 publicamos un libro de texto sobre este tema con Caroline Rudisill y Tony Hockley donde explicamos más ejemplos de este tipo de intervenciones.

A modo de especulación

No quisiera finalizar sin una reflexión algo especulativa: ¿No será que quizás las pautas sociales que limitan las horas de sueño pueden ayudar a explicar la baja productividad de la economía española que no parece mejorar en el tiempo? Intuitivamente, parece probable que la falta de sueño sea un lastre para la economía, pero quizás podríamos repensar el “presencialismo laboral” especialmente en algunos entornos (donde trabajar hasta tarde aún se percibe como forma de señalizar compromiso laboral), o la idea de que no hay vida social sin un “intenso ocio nocturno” (“no hay gloria sin pena” como se dice, la mañana siguiente). Pero quizás es que hace más de 15 años que no vivo en España, y entonces soportaba mejor la falta se sueño.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

code

2 ideas sobre “Sueño y actividad económica”