Nos hubiese gustado que esta entrada narrase la crónica del IX Taller de EvaluAES que se debería haber celebrado el pasado marzo en la Facultat d’Economia i Empresa de la Universitat de Barcelona, pero las circunstancias actuales nos han obligado a posponerlo. No obstante, podemos comunicarles que ¡el próximo mes de julio (días 2, 9 y 16), celebraremos el IX Taller EvaluAES-Online y les animamos a participar en este nuevo formato! Pueden consultar el programa aquí e inscribirse en este enlace.
EvaluAES ha decidido buscar la mejor forma de poner en valor la calidad de todos los trabajos seleccionados y la predisposición de los participantes del Taller, y como adelanto, les ofrecemos un avance en clave epistolar de una de las sesiones planificadas en esta edición. Agradecemos a Pere Taberner, Elena Costas-Pérez y Pedro Rey-Biel, co-autores del trabajo titulado “The impact of cultural activities on health and well-being among older people: field experiment evidence”, y a su comentarista, Laura Coll-Planas, su predisposición para colaborar con la presencia de EvaluAES en este blog de Economía y Salud.
Esta entrada sigue la estructura clásica de una sesión del Taller. Primero, los autores nos resumen las cuestiones relevantes de su contribución, y a continuación, el comentarista ofrece su crítica constructiva. Para cerrar la sesión, pasamos la palabra a la audiencia. En esta versión epistolar, ¡no duden en hacerlo en comentarios al final de esta entrada!
Resumen del trabajo
La población envejece y muchos de sus ciudadanos conviven con la soledad. La población mundial se encuentra en un proceso de envejecimiento que se acentuará en las próximas décadas (OCDE, 2020) y supone una fuerte presión sobre nuestros sistemas de sanidad y de protección social. Además, como gran parte de nuestros mayores vive en soledad y está asociada a un empeoramiento de la salud y bienestar (Andersson, 1998; Luo y otros, 2012; Cacciopo y Cacciopo, 2014; Ong, Uchino y Wethington, 2016), es de gran importancia diseñar políticas públicas de prevención de la salud y la soledad.
Una de las fórmulas más prometedoras son las actividades culturales, que permiten que las personas mayores se relacionen con gente, y realicen actividades cognitivas y físicas que les faciliten salir de la soledad y sentirse acompañados. Es por ello que hemos realizado una evaluación para identificar el impacto de participar en actividades culturales sobre la salud y el bienestar de la gente mayor, así como el mecanismo subyacente. En la literatura científica ya existe evidencia sobre la relación entre actividades culturales y mejora del bienestar de este colectivo de personas. MHF (2011) realiza una revisión del impacto de las actividades culturales participativas en la salud de la población mayor. En nuestro estudio hemos utilizado un enfoque cuantitativo aplicando un diseño experimental y un enfoque cualitativo a partir de grupos focalizados.
Esta investigación se ha llevado a cabo juntamente con la Fundación Bancaria “la Caixa” (FBLC) en el Área Metropolitana de Barcelona. Un grupo de expertos ha diseñado un programa cultural formado por cuatro actividades que se llevaron a cabo en las instalaciones de la FBLC a lo largo de casi dos meses. El programa cultural combinaba dos actividades con un rol pasivo por parte de los participantes (proyecciones de una película y de un concierto de música en un auditórium), con dos actividades con un rol activo, concretamente, dos exposiciones guiadas con una tertulia posterior con un experto y todos los participantes en las cuales se les ofreció bebida y pastas.
La FBLC tiene 19 centros de personas mayores (llamados centros “EspaiCaixa”), donde se organizan actividades culturales, de ocio y deporte en el Área Metropolitana de Barcelona. Clasificamos estos centros en grupo de tratamiento (aquellos que participaron en el programa cultural) y grupo de control (centros que no participaron en el programa). La clasificación de centros se efectuó mediante un proceso de aleatorización por grupos de centros de características similares, para obtener centros de tratamiento y de control lo más similares posibles entre ellos a nivel socioeconómico. Para evitar un sesgo en el interés cultural de los participantes, el experimento se realizó entre todos aquellos dispuestos a participar en un itinerario cultural ofrecido por el centro, sin saber si estarían en el grupo de tratamiento o de control. La muestra final cuenta un total de 79 participantes (48 de tratamiento y 31 de control) de los 380 que se habían fijado como objetivo inicial.
A todos los participantes, tanto a los de los centros de tratamiento como a los de control, se les preguntó de forma previa sobre su estado de salud, bienestar, vida social y diversa información socioeconómica. A partir de las preguntas se crearon indicadores objetivos y subjetivos. Los cuatro indicadores objetivos desarrollados son: el número de visitas al médico el último mes, realización de actividad física, participación en actividades culturales, y si tienen amigos o amigas con quien quedar. Los cuatro indicadores subjetivos son: estado de salud autopercibida, satisfacción con la vida en general, satisfacción con la vida social, e interés cultural. Posteriormente, los usuarios de los centros de tratamiento participaron en el itinerario cultural, y seguidamente se volvió a realizar el cuestionario tanto a los centros de tratamiento como a los de control.
El análisis cuantitativo se ha realizado mediante una prueba de diferencias en diferencias, es decir, se ha comparado la diferencia entre el antes y el después del grupo de tratamiento con el antes y el después del grupo de control en cada uno de los indicadores mencionados. Los resultados cuantitativos de los indicadores objetivos muestran un impacto positivo y significativo tanto en la disminución del número de visitas al médico, así como en el aumento de su vida social. En cambio, de acuerdo a los indicadores subjetivos, el itinerario cultural tiene un impacto negativo y significativo en la salud autopercibida de los participantes. Dado el tamaño pequeño de la muestra, muchos resultados del análisis cuantitativo no son significativos, por lo que cobra mayor relevancia el análisis cualitativo a partir de los grupos de discusión focalizada con los participantes. Los resultados cualitativos han permitido confirmar los resultados de los indicadores objetivos e identificar el principal mecanismo de mejora del bienestar. Según los participantes de los grupos focalizados, les va muy bien para su día a día salir de casa y verse con otras personas. El hecho de asistir actividades y relacionarse les permite estar ocupados y activos mentalmente.
El resultado del indicador subjetivo de salud autopercibida se contrapone con los resultados de los indicadores objetivos y los del análisis cualitativo. Nuestras dos hipótesis para explicar este hecho se basan en (i) que el dinamismo de participar en actividades culturales les aporta un estereotipo de la edad positivo conduciéndolos a ser más exigentes con su propio bienestar, y (ii) que al prestarles más atención se expresan más abiertamente en el cuestionario posterior. En definitiva, el estudio muestra que los programas culturales ayudan a reducir las visitas al médico y a aumentar la vida social de los participantes, aunque a riesgo de convertirlos en más exigentes. Estos resultados deberían tenerse en cuenta para futuros diseños de programas culturales.
Comentarios de Laura Coll-Planas
Pere A. Taberner et al. nos invitan a compartir los puentes que han recorrido y las encrucijadas con las que se han encontrado.
Un primer puente que observamos es el vínculo salud-social-cultural. Visitar muesos, ver películas y escuchar música con otras personas para ir menos al médico. Así es. Lo físico, lo social y la salud se articulan con las actividades culturales a fin de crear bienestar. Ciertamente se trata de un marco de intervención innovador para la mirada sanitaria. Seguramente es un mecanismo que ha operado en la sociedad desde hace siglos. Sin embargo, la investigación, trabajando desde la interdisciplinariedad, todavía tiene que comprender en profundidad este engranaje y demostrar el “cómo” y “para qué” con el fin de transformar (o reforzar) prácticas y políticas sociales, culturales y de salud. Y ahí está el rol de este trabajo.
Un segundo puente es entre lo objetivo y lo subjetivo, eligiendo indicadores de ambos tipos. Y un tercer puente enlaza la metodología cuantitativa y la cualitativa. Y un cuarto puente que va de la evaluación de los impactos a entender también los mecanismos subyacentes. Puentes de muy buen pasear para los que vemos en ellos complementariedades imprescindibles, aunque la ciencia tradicionalmente haya primado (y siga sobrevalorando) lo objetivo, lo cuantitativo y los impactos.
Y vamos a las encrucijadas que se vislumbran entre líneas. Vivir en soledad, relacionarse con gente, la vida social, salir de la soledad, sentirse acompañados, si tienen amigos o amigas con quien quedar, la satisfacción con la vida social, etc. Conceptos relacionados pero distintos entre ellos, que en la vida cotidiana y a veces también en investigación, vemos utilizados como sinónimos cuando no los son. En los grupos focales, los participantes cuentan que “les va muy bien para su día a día salir de casa y verse con otras personas” y que “El hecho de asistir actividades y relacionarse les permite estar ocupados y activos mentalmente”. Un muy buen punto de partida. Pero algún día tendremos que poder cuantificarlo. ¿Tenemos escalas validadas que cuantifiquen adecuadamente este tipo de intervenciones? Me temo que todavía no.
Una encrucijada más que quiero como mínimo mencionar: el reto de considerar el nivel socioeconómico en relación con el interés cultural para fomentar intervenciones (y políticas) que promuevan la equidad en salud equilibrando fuertes desequilibrios sociales.
Y la última encrucijada que implica los resultados inesperados. ¿Por qué empeora la salud autopercibida entre las personas del grupo intervención? Taberner et al. apuntan sus hipótesis que tendremos que seguir estudiando para confirmarlas o refutarlas.
3 ideas sobre “Exposiciones, museos y la salud de la gente mayor”
Gracias por la atractiva presentación de Pere y la muy pertinente discusión de Laura. Peor salud autopercibida y mejor salud objetiva. ¿No será la paradoja de la salud de Barsky (1988), Sen (1992), Garcia-Altés (2011)…?
Que buen punto, Vicente. Esta paradoja de la salud me ha tenido siempre ‘obsesionada’ (en el buen sentido). Es la paradoja causada por cambio en el punto de referencia colectivo? (nos acostumbramos muy fácil a lo bueno). Y ademas, como se concilia con cambios en el punto de referencia individual? Me refiero a la adaptación del individuo a los (cada vez mas abundantes) estados de salud cronicos, que seria en el sentido inverso? (mejor salud autopercibida, peor salud objetiva). Es una parte de la literatura fascinante, a que si??
Muchas gracias por vuestros comentarios y referencias. Coincido en que una paradoja muy interesante y podría ser justo lo que encontramos en nuestros resultados. De hecho, tiene mucho sentido lo que comentas Patricia sobre el cambio del punto de referencia y me ha venido a la mente la Teoría Prospectiva de Kahneman y Tversky (1979).