Cuarenta años y un día con AES

En mi intervención en el acto de nombramiento como socia de honor de AES el 27 de junio en Tenerife (el video está disponible aquí) empecé reconociendo que AES es mi familia y agradecí de corazón a todas las personas, la mayor parte socios de AES, que me ayudaron a convertirme en la que soy.

En esta entrada haré un relato del nacimiento y auge de una nueva profesión, la economía de la salud, con AES en primer plano, bajo el prisma subjetivo de mi memoria RAM y en paralelo a mi propia biografía.

No sé qué hubiera sido de mí sin AES. Lo bueno del espejo retrovisor es que te permite ver lo que has recorrido y lo que has ido dejando atrás, las avenidas contrafactuales de tu vida, que no sabes adónde te habrían llevado, pero seguro que no hubieran sido mejores que esta maravillosa y estimulante vida profesional que por la que estoy transitando.

Esta historia empieza hacia noviembre 1983, cuando Vicente Ortún me invita a dar una charla resumen de mi reciente tesis en el colegio de economistas de Barcelona. Era una tesis de economía de la salud, la primera tesis doctoral que se defendía en Las Palmas, en la que analizaba microdatos de encuestas de salud con modelos logísticos y análisis de correspondencias múltiples. Como en Las Palmas no había doctores, había buscado fuera, y mandado una carta a Ezequiel Uriel, catedrático de econometría de la Universidad de Valencia, pidiéndole que me la dirigiera. Como los recursos informáticos de mi universidad en Las Palmas eran nulos, un joven profesor de informática de la Universidad Politécnica me abrió una cuenta en su centro de proceso de datos, y otro me inició en el uso de aquella máquina. Durante más de un año estuve yendo casi a diario a trabajar allí, con sensación de clandestinidad y miedo de que cualquier día me echarían, echando también la tesis por la borda. Con el tiempo, descubrí que todos aquellos jóvenes informáticos eran mis cómplices y me protegían.

Había asistido a las Jornadas AES en Madrid en 1983, pero me había mantenido a distancia de aquellos sabios a los que veía presentando en el escenario. De lejos, presencié una escena que recuerdo con nitidez: Vicente Ortún consolaba a un jovencísimo Fernando Antoñanzas, recién aterrizado de Chicago, que creía haber hecho una mala presentación. Esa escena ilustra dos características permanentes de AES: Vicente como emulsionante empático, y lo traumático del aterrizaje en AES de académicos recién llegados del mundo anglosajón.

Volvamos a 1984. Ese año empecé a participar activamente en las Jornadas, con mi recién estrenado carné de AES, número 30. En mi discurso de socia de honor en Tenerife este verano agradecí a los pioneros, mis maestros, pero no confesé que hice gran parte de mi formación en economía de la salud aquellos años como free rider en los cursos para gerentes y directivos sanitarios en los que yo daba alguna clase, quedándome a escuchar sus sesiones. Fascinación por Vicente, por Joan Rovira, por Juan Cabasés. Todavía recuerdo vívidamente una sesión de Lluis Bohigas sobre la historia de los hospitales.

En 1984-85 hice una estancia en la Universidad Erasmus, Rotterdam, y ahí descubrí otro mundo, otra forma de trabajar y otros valores académicos. Por aquel entonces, en España, las revistas aún eran valoradas oficiosamente, según el tamaño del imperio académico de los próceres que las habían fundado. Una vez escuché en boca de un compañero “¡Mira que eres extravagante, publicar en inglés!” Los sexenios de investigación no aparecerían hasta 1989, y con ellos la necesidad de medir con criterios objetivos y homogéneos los méritos de investigación.

Siendo durante los primeros años una sociedad fundamentalmente seguida por profesionales de la gestión sanitaria, AES captó rápidamente el interés de los académicos. Recuerdo un alegato de Lluis Bohigas, a mediado de los 80, contra la sobre-econometrización de las Jornadas. Temía que espantáramos a los gestores, y así fue, en cierta forma. A lo largo de los años fueron surgiendo asociaciones más especializadas para reunir a gestores y directivos, como SIGNO (1992) o SEDISA (2004, fruto de la fusión de dos sociedades preexistentes de directivos sanitarios).

AES tuvo la inteligencia organizativa de buscar otros potentes aliados, con la creación de SESPAS en 1987. La comunidad de la salud pública es por esencia multidisciplinar, y la economía de la salud está desde entonces en primera línea. Por eso, AES es “Asociación de Economía de la Salud” y no “Asociación de Economistas de la Salud” como algunas personas expresan, sea intencionadamente o por ignorancia.

AES es la asociación científica más multidisciplinar que conozco, y eso nos ha hecho mucho bien a los economistas, tan formados, y deformados, en la abstracción. El contacto con los colegas de otras disciplinas, sobre todo biomédicas, nos hace pisar tierra firme gracias a la ósmosis multidisciplinar. Cuando llegan, los estudiantes de doctorado vienen cargados de apriorismos (¡y eso sin ser bayesianos!) Por eso, lo primero que hago es exponerlos a las otras disciplinas de la salud pública, para que cuando hablen de algo sepan de qué están hablando.

AES ha hecho una transición demográfica fluida, incorporando rápidamente savia nueva enriquecedora a medida que iban saliendo nuevas promociones. En 1987, éramos menos de 100 socios, ahora rondamos los 700. Miremos las fotos de las Jornadas de este año, en Tenerife: abundan los jóvenes, ralean los seniors.

Desde el principio, AES nos acercó a Europa y al mundo. Basta con releer los boletines, desde aquel primero de diciembre de 1987. ¡Gran trabajo el de Txomin! Hay muchas sociedades con presidencias casi vitalicias que miran el ombligo patrio. Desde el principio, por las Jornadas desfilaron como ponentes principales grandes figuras de la economía de la salud, sobre todo de países anglosajones. Aprendí mucho de ellos, la cita anual con esa ventana al mundo que me abría AES me agitaba las ganas de salir y de pertenecer a él.

Personalmente, también fui variando mis intereses, al principio me dominaba la fascinación por el método (cuantitativo). Los ochenta fueron una década de entusiasmo con los modelos MIMIC de variables latentes, con los métodos de análisis multivariante y con los modelos para microdatos de encuestas de salud. Poco a poco, y en paralelo a la revolución de la credibilidad, que dio un vuelco a los métodos cuantitativos, fui derivando a la preocupación por medir lo más sustantivo, el impacto en salud y la efectividad de las políticas.

Durante muchos años ejercí lo que podría calificarse de venta ambulante de cursos de análisis multivariante primero, y de modelos multinivel después, siempre aplicados a la salud y sanidad, en España y en media docena de países de Latinoamérica. Los disfruté muchísimo, y una parte de mis grandes colegas actuales fueron alumnos en esos cursos. He estado en los tribunales de tesis, titularidad, o cátedra de muchos socios de AES, y la mayor parte habían sido alumnos míos alguna vez. Y he aprendido de cada uno de ellos y ellas. Costa Rica brilla especialmente en mi memoria. Nunca hasta entonces, ni desde entonces, encontré estudiantes tan entregados.

En 2000 empecé a colaborar con Jeff Harris, horas y horas en su despacho del MIT frente a una pizarra discutiendo y enfrentando problemas. Me enseñó que lo difícil vale la pena, no dar nada por sentado, y a reírme de las frivolidades académicas.

Mi presencia en la Junta y los dos años de presidencia de AES contribuyeron a afianzar los fuertes vínculos que ya tenía con otros socios, que hoy son amigos del alma. Risas y debates, trabajo intenso, en una gran Escuela, la Junta. Esquivando las tareas que se me dan fatal (buscar fondos me horroriza), y tratando de aportar en positivo, de construir y nunca derribar. La misma sensación tengo de mis años en la Junta y dirección de SESPAS, pero con un grupo humano más heterogéneo y disperso.

No conozco ninguna otra sociedad científica en España que concilie tan bien disciplinas, profesiones e intereses como AES, ni que tenga un espíritu de cooperación tan arraigado. Está en nuestro genoma gracias a aquellos pioneros de los que hablaba; ninguna otra sociedad que haya hecho la transición generacional de forma tan fluida, tan natural, permitiendo a los jóvenes subir a hombros de los mayores, que gigantes no somos, pero hemos rodado millas.

Si AES es mi familia, el grupo de investigación en economía de la salud de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria es mi hogar. Una parte de nuestro trabajo es difundir el conocimiento, convencer a los decisores de cuáles son los mejores cursos de acción, siempre con perspectiva social. Hay días que tengo la sensación de que todo es inútil, otros, me vence el optimismo. El que por sorpresa hubiera aparecido Carolina Darias en el acto de nombramiento como socia de honor, en Tenerife, supone un gran aliento para mí, un soplo de optimismo sobre la conexión entre ciencia y política, y se lo agradezco en el alma.

Allí adonde voy, llevo a mi familia, AES, conmigo. Destilando cuarenta años y un día de experiencia como economista de la salud, aquí dejo cinco consejos para los socios académicos más jóvenes:

  1. Disfruta. Busca un trabajo estimulante que te permita conciliar placer con deber. En nuestro campo existen y son más abundantes que en otros.
  2. Se puede avanzar sin poner zancadillas, de hecho, se avanza más deprisa. El buen rollo y la cooperación te proyectan mucho más que la solitaria carrera de los egoístas. Trabaja en equipo, comparte tareas.
  3. Los fracasos también son valiosos. Aprende de los errores, sean propios o ajenos. Haz que cada rechazo de revista científica sea una fuente de inspiración y un impulso para seguir creciendo.
  4. Honestidad intelectual. Claro que hay que promocionar el trabajo propio y vender los logros, así son las reglas del juego, pero hay unos límites morales que no se deben traspasar jamás.
  5. No olvidemos que nuestro trabajo es para cambiar el mundo, a uno mejor. Algo de abogacía no viene mal.

Y ahora que me he repuesto de la sorpresa del acto de nombramiento como socia de honor, he de agradecer a AES no solo por los cuarenta años, sino también por el Gran Día, 27 de junio. Las intervenciones de Néboa, Vicente, Suny y Carolina quedan grabadas en mi memoria, y el calor de la audiencia, en mi corazón.

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2 ideas sobre “Cuarenta años y un día con AES”

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    • Beatriz