Esta contribución resume los resultados del artículo galardonado con el Premio al mejor artículo en economía de la salud publicado en 2022, otorgado por la Asociación de Economía de la Salud en 2022 y publicado en Health Economics.
Antecedentes
La pandemia de la COVID-19 ha alterado profundamente nuestras vidas. Más allá de las devastadoras cifras de muertos a causa del virus y del colapso económico, existe una dimensión vital que merece nuestra atención: el impacto que ha tenido en nuestra salud mental. Durante los primeros compases de la pandemia en 2020, varios estudios evidenciaron un preocupante deterioro de la salud mental en la población. Quienes sufrieron las consecuencias más graves de esta crisis de salud mental fueron, en su mayoría, mujeres, jóvenes, cuidadores y aquellos que experimentaron dificultades financieras.
Sin embargo, las causas detrás de este deterioro han sido motivo de debate. Una explicación potencial es que, en el contexto de una pandemia, la salud mental se deteriora debido al temor y la ansiedad por la propia salud y bienestar. Una hipótesis alternativa es que no es la pandemia en sí, sino las respuestas políticas, y específicamente las restricciones severas de movilidad, las que desencadenan un empeoramiento de la salud mental. Es plausible que ambos hayan desempeñado un papel en esta situación.
La investigación temprana sobre este tema se encontró con un desafío significativo. Era complicado discernir entre estas dos explicaciones debido a que la pandemia y las medidas de contención se producían al mismo tiempo. Es decir, las regiones que implementaban las restricciones de confinamiento más estrictas eran las mismas que estaban experimentando una mayor incidencia de la pandemia. Esta circunstancia dificultaba la identificación de un grupo de control para poder determinar el efecto causal del confinamiento en la salud mental de la población. Los primeros estudios demostraron que, mediante el análisis de datos de Google, las políticas de confinamiento en países europeos y estados de EE.UU. daban lugar a un aumento en las búsquedas de términos relacionados con la soledad, la preocupación y la tristeza. Otro estudio, al examinar datos de llamadas a líneas de ayuda en cuatro estados alemanes, constató que las llamadas aumentaban más en estados donde se implementaban medidas más estrictas.
El Experimento Cuasi-Natural: Inglaterra vs. Escocia
En un estudio conjunto con David Stuckler, Alexander Kentikelanis y David Mckee, aprovechamos la oportunidad que brindaban las distintas políticas de confinamiento aplicadas en Inglaterra y Escocia para evaluar su impacto en la salud mental de la población. Ambos países inicialmente adoptaron medidas de contención similares, pero a partir de mayo de 2020 comenzaron a divergir en su enfoque. Inglaterra levantó su orden de «Stay at Home» (confinamiento total) el 13 de mayo, mientras que Escocia la mantuvo hasta el 29 de mayo. Es importante destacar que tomaron esta decisión a pesar de que las tendencias de la pandemia de la COVID-19 eran similares en ese momento. En la figura 1, se pueden apreciar estas diferencias mediante el «Oxford Stringency Index», que mide la severidad de las políticas de confinamiento.
Figura 1- Evolución de la severidad de las políticas de confinamiento en Inglaterra y Escocia.
Para investigar el impacto de estas diferentes respuestas políticas, utilizamos el «diferencia en diferencias» (DiD). Básicamente, este método ayuda a identificar los efectos de una política (confinamiento) al comparar los resultados antes y después del cambio (levantamiento del confinamiento en Inglaterra), teniendo en cuenta las diferencias entre los grupos de estudio. En este contexto, consideramos a Inglaterra, que levantó el confinamiento antes, como nuestro grupo de «tratamiento», mientras que Escocia, que mantuvo el confinamiento, actuó como nuestro grupo de «control».
Utilizamos datos de la UK Household Longitudinal Survey (UKHLS), una muestra longitudinal representativa de la población del Reino Unido con varias rondas antes y después del confinamiento. Para medir la salud mental de la población utilizamos el General Health Questionnaire (GHQ-12), un instrumento que ha sido usado extensamente a lo largo de la literatura científica.
Principales resultados
Como se muestra en la Figura 2a, la salud mental se deterioró en una magnitud similar en ambas naciones después del inicio de la pandemia y con el confinamiento estricto (“Stay at Home”) en todo el Reino Unido. Sin embargo, a finales de mayo, en la segunda ronda de encuestas de la COVID-19, la salud mental comenzó a mejorar en Inglaterra tras el levantamiento de la orden de confinamiento total. Por otro lado, en Escocia, la situación continuó deteriorándose y no empezó a mejorar hasta junio, cuando comenzaron a aliviar las restricciones. A partir de ese momento, el índice de salud mental en Escocia comenzó a converger con el de Inglaterra.
Los resultados del método «DiD mostraron que el alivio de las restricciones en Inglaterra a mediados de año llevó a una mejora en la salud mental, reflejada en una reducción de 0.31 puntos en el índice de salud mental GHQ. Esto equivalió a una disminución del 31% con respecto al primer aumento observado al inicio de la pandemia.
Además, nuestros hallazgos indican que los efectos del confinamiento no fueron uniformes en todos los segmentos de la población. La mejora en la salud mental tras el levantamiento del confinamiento en Inglaterra fue especialmente notable en individuos con un estatus socioeconómico más bajo, como aquellos con menor nivel educativo o dificultades financieras. En cambio, en Escocia, donde se mantuvieron las restricciones por más tiempo, las personas con un estatus socioeconómico más bajo experimentaron un deterioro más pronunciado en su salud mental, mientras que las personas con un nivel socioeconómico más alto parecieron adaptarse mejor al confinamiento.
Figura 2- Resultados del efecto de las políticas de confinamiento en la salud mental
Conclusiones e implicaciones para ¿futuras? pandemias
Nuestros resultados sugieren que las políticas de confinamiento afectan significativamente a la salud mental de las poblaciones. En concreto, nuestro análisis muestra que el levantamiento del confinamiento estricto en Inglaterra mejoró la salud mental entre la población, después de un gran deterioro observado después del inicio de la pandemia. Nuestros resultados sugieren que la salud mental fue más sensible a la imposición de políticas de contención que a la evolución misma de la pandemia.
Los resultados son particularmente relevantes si consideramos que cuando Inglaterra puso fin a la orden de «Stay at Home», muchas restricciones permanecieron vigentes. En comparación con Escocia, se permitía socializar en lugares públicos, pero solo con una persona que no fuera del mismo hogar. Bares, tiendas minoristas, teatros, gimnasios y todas las instalaciones de ocio permanecieron cerradas. Por lo tanto, nuestros resultados indican que levantar el estricto confinamiento mientras se mantienen medidas de contención relativamente fuertes puede aliviar significativamente la carga de salud mental de la población en un corto período de tiempo.
Por otro lado, nuestros resultados revelan que las personas con un estatus socioeconómico más bajo experimentaron un deterioro más pronunciado en su salud mental con la prolongación del confinamiento estricto en Escocia. Esto sugiere que las políticas de confinamiento prolongadas podrían exacerbar las desigualdades socioeconómicas preexistentes en la salud mental.
Sin embargo, es crucial tener en cuenta que estos resultados no deben interpretarse como un respaldo para eliminar las restricciones sin tener en cuenta la salud pública y la seguridad. Si los casos y las muertes por COVID-19 hubieran aumentado a niveles muy altos después de levantar las restricciones, es posible que la recuperación de la salud mental no se hubiese mantenido.
En conclusión, nuestro estudio proporciona valiosas perspectivas sobre la compleja relación entre las políticas de contención de pandemias y la salud mental. Subraya la importancia de encontrar un equilibrio entre proteger la salud pública y abordar los desafíos de salud mental derivados de las restricciones necesarias.
En futuras crisis, los responsables de la formulación de políticas deben considerar el bienestar mental de sus poblaciones. Si bien las restricciones pueden ser necesarias para controlar una pandemia, las medidas destinadas a mitigar el impacto en la salud mental, especialmente para aquellos que enfrentan desventajas económicas, deben ser una parte integral de la respuesta.