Comportamiento social y COVID-19: atrapados en el dilema del prisionero

Introducción: un impacto sin precedentes

El mundo en el que vivimos ha cambiado mucho, y muy rápido, respecto al anterior a la pandemia. En España, tras la declaración del estado de alarma, se instó a la población a un confinamiento encaminado a reducir el ritmo de transmisiones.

El estado de alarma y la desescalada trajeron consigo una nueva forma de vivir en sociedad, provocando un impacto social sin precedentes. Las nuevas medidas sociales a las que la población se ha tenido que acostumbrar, así como el pánico provocado por la pandemia, repercute en el comportamiento de las personas, generando conflictos.

Entre los más evidentes se encuentran las compras masivas (vividas al comienzo del estado de alarma) y el incumplimiento de las normas y recomendaciones del gobierno y de las autoridades civiles y sanitarias, entro otros (Ling y Ho, 2020).

Estas situaciones socialmente indeseables surgen por la propia naturaleza del dilema de decisión que enfrentan los individuos. La pandemia abrió caminos a la toma de decisiones sobre situaciones a las que ningún ciudadano contemporáneo se había enfrentado. La incertidumbre, el cortoplacismo y las abundantes dosis de pánico nos llevan a tomar decisiones en apariencia irracionales.

Mediante la Teoría de Juegos, podemos ver que algunas conductas que a priori parecen irracionales son en realidad racionales a nivel individual, pero no óptimas a nivel colectivo. Nos encontramos atrapados en el dilema del prisionero.

Egoísmo, cortoplacismo, ¿racionalidad? El dilema del prisionero

El dilema del prisionero es un escenario estratégico donde los individuos siguen sus intereses egoístas a corto plazo, lo que culmina en un resultado indeseable para todos los involucrados.

Figura 1. Dilema del prisionero

Elaboración propia. Los pagos (negativos) representan años en prisión.

El único equilibro de Nash para este juego es la celda sombreada con amarillo, que ambos prisioneros confiesen (ausencia de colaboración). Es una decisión estable ya que ninguno de los dos puede cambiarla sin empeorar su situación.

Este es un resultado mucho peor al caso de colaboración, la celda verde en la Figura 1, donde ambos pasarían únicamente un año en prisión cada uno. Es decir, en el dilema del prisionero, el equilibrio de Nash no coincide con el óptimo de Pareto.

Este es el principal problema relativo a la cooperación demostrado por el dilema del prisionero. Si no podemos confiar en que los demás se comporten de una manera cooperativa, nuestra única decisión racional es la de comportarnos también buscando el interés propio no cooperativo.

Con las nuevas situaciones sociales desencadenadas desde el comienzo de la pandemia, el marco teórico que muestra el dilema del prisionero se pone más de actualidad que nunca, en situaciones en las que las personas, tomando decisiones a partir de su propio interés y de comportamientos oportunistas, llegan a resultados que suponen un equilibrio de Nash (Rapoport y Chammah, 1965).

Se considera la teoría del dilema social para entender las decisiones que toman los jugadores dada una situación en la cual el interés propio de los individuos entra en conflicto con el interés colectivo. La teoría propone que la estrategia dominante consistirá en que los individuos tiendan a maximizar su utilidad individual mediante un comportamiento egoísta (pero racional) y oportunista, antes que tomar una decisión cooperativa, ya que estas son estrategias dominadas. El comportamiento egoísta siempre ofrece un mayor retorno, al menos, en el corto plazo.

  • Competencia por bienes de uso diario

Los ciudadanos vaciamos los supermercados aprovisionando recursos de todo tipo de forma que puede parecer irracional (especialmente teniendo en cuenta que al comienzo de la pandemia los supermercados redujeron su aforo y limitaron sus horarios). Sin embargo, aunque a nivel colectivo esto genera escasez de suministros, cuando a nivel individual se sabe que los demás están comprando compulsivamente, la decisión racional es hacer lo mismo, o en el futuro no se podrá adquirir bienes debido a la escasez provocada por los compradores compulsivos, dando lugar a la competencia entre las personas y a la escasez de la oferta.

En la siguiente figura podemos ver la modelización de un juego al que se enfrentan dos compradores a la hora de decidir sobre cuánto comprar, ya sea en el supermercado, en la farmacia, o cualquier otro establecimiento.

Figura 2. Decisión de compra de productos

Elaboración propia. El equilibrio de Nash se presenta en la celda verde.

Como podemos ver, el equilibro de Nash es {Aprovisionar, Aprovisionar}, que no coincide con el óptimo de Pareto, {No aprovisionar, No aprovisionar}, con pagos superiores debido a la utilidad que obtienen los jugadores de las propias compras más la repercutida a través de externalidades positivas. Si ninguno de los dos decide aprovisionar, se llevan del supermercado solo lo que necesitan con urgencia. Esto les otorga una utilidad momentánea reducida. Sin embargo, permiten el suministro constante del establecimiento, pudiendo volver cuando necesiten bienes sin que haya escasez de oferta. Además, quedan en el establecimiento bienes a disposición de compradores que lo necesitan con urgencia y que pueden “derramar” externalidades positivas a la sociedad.

Desde la óptica microeconómica, los productos de los supermercados están públicamente abiertos para todo el mundo, son de dominio público, y son comúnmente adecuados para satisfacer las necesidades de todo el mundo.

Estos recursos cuentan con las propiedades de exclusividad y no-rivalidad, se denominan “bienes club” y se consideran más eficientes que los bienes públicos puros al estar menos congestionados siempre que su suministro esté bien gestionado (Webster, 2007). El problema es que, durante la pandemia, los bienes de los supermercados se han convertido en rivales.

  • Competencia por uso del espacio público de ocio

Podía preverse que mucha gente aprovecharía las medidas de desconfinamiento para huir a segundas residencias, inundar parques y playas de forma masiva, o abusar de los horarios de salida; y que esto podría provocar la retirada de dichas medidas y la vuelta del confinamiento, como está sucediendo en cada vez más lugares. Entonces, a nivel individual, ¿qué es lo más racional? A nivel individual, lo racional es no cooperar, sino aprovechar dichas medidas para “abusar” al máximo de ellas, sabiendo que el resto hará lo mismo, por curioso que parezca.

Figura 3. Decisión de cumplir con las normas de desconfinamiento

Elaboración propia. El equilibrio de Nash se presenta en la celda verde.

El equilibro de Nash no coincide con el óptimo de Pareto, {No aprovechar, No aprovechar}. Si ninguno de los dos decide aprovecharse, podrán disfrutar del espacio público cumpliendo las normas, con menor probabilidad de que el Gobierno rectifique las normas de desconfinamiento debido al incumplimiento. Saben que pueden usarlo dentro de las normas, y que estas normas cada vez serán menos rígidas gracias al cumplimiento de la gente. Esto repercute en externalidades positivas para la sociedad, además, mediante reducciones de la probabilidad de contagio.

  • Uso de medidas de protección para los demás

Por último, vamos a plantear una situación de especial relevancia durante la llamada ‘nueva normalidad’: la obligatoriedad del uso de mascarillas y el resto de medidas de seguridad.

El Gobierno insta al uso de mascarilla quirúrgica, encaminada a no contagiar a los demás; así como a uso de gel higienizante de manos. Estas medidas, como vemos, se encaminan en mayor medida a la protección generosa de los demás. Supone para el individuo la necesaria compra periódica de mascarillas y gel, el reiterado uso de las mascarillas con las incomodidades que ésta genera, y la constante preocupación por higienizarse las manos. Esto supone sacrificios por parte de las personas.

Figura 4. Decisión de cumplir con las normas protección sanitaria

Elaboración propia. El equilibrio de Nash se presenta en la celda verde.

El equilibro de Nash tampoco coincide con el óptimo de Pareto, {Protección, Protección}, con pagos superiores debido a la utilidad que obtienen los jugadores de la casi total reducción de la probabilidad de contagio para el conjunto de la sociedad. Si ambos se protegen, disfrutarán del espacio público cumpliendo las normas y con seguridad de no caer infectados. Aunque deben asumir los costes de los enseres, esto repercute en externalidades positivas para la sociedad, mediante la reducción de la probabilidad de contagio. El pago de este conjunto de estrategias es mayor, al permitir el disfrute de todo el mundo de los espacios dentro de las normas a la vez que se permite la contención del virus.

¿Cómo resolver el conflicto?

Las situaciones planteadas son un reflejo del dilema del prisionero, donde el interés propio prevalece sobre el interés cooperativo que sería óptimo en el sentido de Pareto, a pesar de tratarse de una decisión egoísta y poco ética. Es así por la preferencia social por el corto plazo y la “miopía” respecto al futuro.

Sin embargo, no todo está perdido. Es posible incentivar a las personas a pensar más en el óptimo común y en el largo plazo. El cambio de comportamiento mediante la corrección de esas percepciones erróneas puede lograrse mediante mensajes públicos que refuercen las normas positivas (promoción de la salud).

Proporcionar información precisa sobre lo que hace la mayoría de las personas probablemente sea útil si lo que hace la mayoría de las personas es deseable, o si la mayoría de las personas aprueban esas acciones que son positivas y deben llevarse a cabo (Cialdini, Kallgren y Reno, 1991).

Es importante, para potenciar el uso de las medidas de seguridad, que se lancen mensajes que hagan hincapié en la protección de los grupos más vulnerables (Grant y Hofmann, 2011), buscar alinearse con los valores morales del destinatario (Feinberg y Willer, 2019) o apelar al consenso científico (Lewandowsky et al, 2013).

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