Premios y Distinciones entre Compañeros de Viaje

Julio García, un compañero y amigo, del Instituto Menéndez y Pelayo de Barcelona, miembro del English Choir, acaba de recomendarme que hable despacio para disminuir la resonancia que se produce en la antigua iglesia del convento de Sant Domènec, convertida hoy en Aula Magna de la Facultad de Letras de la Universidad de Girona. De hecho, solo me correspondería expresar el agradecimiento a una Junta de AES que ha propuesto mi reconocimiento como socio de honor de AES y a una Asamblea que lo ha aprobado. Al fin y al cabo, me bastaba con el honor de ser socio.

Resulta, no obstante, difícil escapar al intento de buscar una explicación donde encaje la constatación de que sois muchos los que merecéis este reconocimiento más que yo, empezando por los siete perpetradores de las laudatios. Uno, Salvador Peiró con una traca de 150 metros. Los seis restantes con palabras: otro investigador, de amplio espectro, sobre servicios sanitarios, Ricard Meneu, tres destacados economistas (Beatriz González, Guillem López y Rosa Urbanos) y dos referentes en gestión clínica y sanitaria y atención primaria (Josep Casajuana y Olga Pané). Se presenta incluso un atisbo de desazón que recuerda a Primo Levi, y su imprescindible ‘Si esto es un hombre’, cuando piensa que tal vez los supervivientes de los campos no eran los mejores: habían flaqueado en algún momento y eso les había permitido salvar el pellejo.

Por mera diferencia cronológica biográfica, nadie pudo referirse a la importante experiencia de gestión en el Hospital de San Pablo a principios de los años setenta vivida como Adjunto a Gerencia y como Administrador. Había que transformar un hospital benéfico, sin médicos contratados, con salas comunes y urgencias recientemente inauguradas, en una realidad muy diferente a la que contempló su nacimiento en el año 1401. La gestión y la innovación son hijas de la necesidad.

En San Pablo se firmó el primer concierto de asistencia con el Instituto Nacional de Previsión y se emitieron 500 millones de pesetas en obligaciones para financiar la transformación. Además, se contrataron a los médicos, se profesionalizó la enfermería y se negoció un convenio colectivo con los representantes sindicales clandestinos. También se tradujo del inglés para crear la unidad de cuidados intensivos generales y se dispuso de la primera contabilidad analítica, entre avisos de portería sobre entradas y salidas de los miembros de la brigada político-social o llamadas al Gobierno Civil, cuando el recinto de Domènech i Montaner era ocupado por las recién creadas unidades antidisturbios de la policía armada.

Con la gerente, Elvira Guilera, la gerente de la Fundación Puigvert, Esperança Martí, y Joaquim Espriu, impartimos varios cursos de Gestión Hospitalaria en ESADE; el primero, en 1973, con un éxito derivado tanto de la carencia de competencia —existía una única Escuela de Gerencia Hospitalaria, en Madrid— como del desarrollo clínico y científico del hospital durante esos años. Gracias a la contratación meritocrática de profesionales destacados (entre ellos, Lluís Bohigas después del su paso por IESE), San Pablo se convirtió en ejemplo y escuela para muchos.

Acabó el franquismo y la gestión siguió, más sanitaria y clínica cada vez. El desembarco universitario, a partir del año 1984, ha sido clave en el desarrollo de la economía de la salud y, curiosamente, de nuevo, la utilidad de ésta para la política y la gestión sanitarias, la mejor medida de su relevancia.

Momento tal vez de recordar a una persona que nunca tuvo acto de reconocimiento. Elvira Guilera, gerente de San Pablo, impulsora del Hospital Oncológico del que fue gerente entre 1975 y 1981, Directora General de Asistencia Sanitaria, profesional dedicada y resolutiva. Muy generosa, posiblemente excesivamente generosa, cuya muerte prematura ha originado un olvido de la que casi seguro fue la primera mujer y la primera no médico en dirigir un hospital, un gran hospital. Y esto lo logró sin estudios universitarios a pesar de provenir de una familia acomodada (ver foto tomada en 1950 en la residencia familiar en la gaudiniana Bellesguard donde Elvira es la más pequeña de las tres hermanas). Su padre, Luis Guilera, médico destacado fue responsable del Servicio de Oncología de San Pablo a partir de 1929, donde Elvira entraría a trabajar con calcetines cortos. De la dirección administrativa del Servicio de Oncología pasó a la Gerencia de San Pablo, en 1971, como primer salto de una destacada carrera profesional, mucho antes de que empezara a haber conciencia de que la gestión importa.

Familia Guilera Soler en Bellesguard, 1950. Elvira, la hermana menor, con tirabuzones.

Fuente: Amèlia Guilera Roche. https://bellesguardgaudi.com/lluis-guilera-molas/

Sobrevivir seguro que importa. ¿Qué nos dicen los premios Óscar?

Efectivamente, sobrevivir importa, algo que sesgó los resultados de Donald Redelmeier y Sheldon Singh (2001), cuando revisaron las estadísticas vitales de los 762 actores y actrices que habían sido nominados a los Premios de la Academia en papeles principales o secundarios, incluidos 235 ganadores, desde los primeros premios entregados en la ceremonia de 1929. También establecieron un grupo de control de 887 actores, emparejados lo más posible por edad y sexo, que habían aparecido en las mismas películas.

Los investigadores encontraron que la esperanza de vida era 3,9 años mayor para los ganadores que para los controles (79,7 frente a 75,8 años). La esperanza de vida de los nominados que habían perdido se parecía más a la de los controles, con una esperanza de vida de 76,1 años. Los resultados no pudieron explicarse por la edad de la ganadora del Oscar, el país de nacimiento, la cantidad de películas realizadas (un indicador de ingresos) u otros factores; Redelmeier sugirió que ‘paz de espíritu’ de ganar un Óscar puede hacer que una persona sea mucho más resistente a todo tipo de estrés.

Lástima que un nuevo análisis de los datos desmontó la conclusión de que los Óscar viven más (Marie-Pierre Sylvestre, Ella Huszti y JA Hanley, 2006). Para estimar los beneficios de longevidad de ganar un Óscar, la comparación debe comenzar en el momento en que cada artista gana por primera vez, y el concurso de longevidad restante solo debe incluir a aquellos que viven a la misma edad que tenía el ganador cuando ganó. No cabe comparar un George Burns, muerto a los 100, Óscar con 80 años, con Richard Burton, muerto a los 58 años, 4 nominaciones y ningún Óscar.

Ya en 1843, William Farr había descrito el artefacto estadístico creado al clasificar a las personas por su estado al final del seguimiento y analizarlas como si hubieran estado en estas categorías desde el principio. Usó como ejemplos la mayor longevidad de las personas que alcanzaron rangos más altos dentro de sus profesiones (obispos versus curas, jueces versus abogados y generales versus tenientes). A pesar de las advertencias de los libros de texto, los análisis que pasan por alto este sesgo sutil todavía son comunes hoy en día. Calculando sin sesgo de inmortalidad, Jean Marie-Sylvestre et al. hallan una ventaja de 1 año para los ganadores del Óscar estadísticamente no significativa.

En 2022, Redelmeier y Singh vuelven a la carga. Amplían la muestra y los años de seguimiento, escogen mejor los controles, tratan de evitar el sesgo de inmortalidad, clasifican dinámicamente el estatus social para llegar a encontrar una asociación entre ganadores de Óscar y 5,1 años más de vida en comparación con los nominados, mayor todavía que la de su artículo 20 años anterior. Sin la posibilidad de asignar aleatoriamente estatuillas, el tema sigue pendiente de la implantación de los avances metodológicos en el análisis de relaciones causales (Nobel 2021 a Angrist e Imbens, sin Nobel –David Card completó la terna- el estadístico Donald Rubin, cuya paternidad del enfoque de los desenlaces potenciales -o modelos contrafactuales- está ampliamente reconocida).

Razones de bienestar social para seleccionar premiados allá donde las pérdidas de productividad sean menores. ¿Qué nos dicen los Nobel?

Ganar un premio Nobel puede ser malo para su productividad. Jay Bhattarcharya et al. (2023) analizaron datos sobre los ganadores del Premio Nobel en fisiología y medicina entre 1950 y 2010, y registraron cómo cambiaron tres factores después de sus premios:

  • la cantidad de artículos que publicaron;
  • el impacto de esos documentos, en función de la frecuencia con que fueron citados;
  • y cuán novedosas eran sus ideas.

Los investigadores compararon a los ganadores del Nobel con los ganadores de la misma edad de otro prestigioso premio médico, el Premio Lasker. La productividad de los laureados con el Nobel disminuyó drásticamente, y eventualmente cayó por debajo de los ganadores de Lasker en las tres medidas. Como sucedía con los Óscar, el análisis evita hablar de causalidad. Borjas y Doran (2015), que han estudiado los efectos en la carrera de ganar una Medalla Fields, el equivalente del Nobel en Matemáticas, dicen que los resultados coinciden con sus propios hallazgos, que han demostrado que los matemáticos también parecen sufrir disminuciones en la productividad después de una victoria.

Nobel: Evento que cambia la vida de la mayoría de los científicos. Pueden estar inundados de oportunidades para hablar, entrevistas con los medios u ofertas de libros… puede ser una buena idea reservar el reconocimiento para los científicos más adelante en su carrera, para evitar interrumpir nuestras mentes más brillantes en su mejor momento.

Uno de los economistas de la salud más antiguos (autor ya en 1973 de un libro sobre un deporte muy popular) se identificaba como el ‘hermano tonto’. Siempre lo encontré sensato. Cualquier trayectoria puede interpretarse como una historia de fracasos y éxitos y aquellos con los que hemos compartido alguna etapa de nuestro recorrido profesional, para tomar rumbos distintos, nos proporcionan un contrafactual para el experimento sin repetición que es la vida. En la escuela de Miguel Bleach de Hostafranchs, frecuentada mayormente por población gitana, muchos quedaron en el camino, bastantes en el Bachillerato elemental y pocos a partir de entonces. Elementos muy brillantes en el citado Menéndez y Pelayo (con el desembarco de todo el Colegio Alemán en Preu), en ESADE y en Económicas que permiten el aterrizaje en Purdue el mismo año que uno de sus ingenieros aeronáuticos, Armstrong, pisa la Luna por primera vez en la historia de la humanidad. Ya en 1970 comparto reclutamiento por Arthur Andersen & Co con uno de los más brillantes y conocidos ejecutivos de este país. Desde entonces he tenido la gran suerte de haber sido con gran frecuencia el ‘socio tonto’ y sería demasiado larga la relación de personas ‘compañeras de viaje’, no en su acepción de ‘simpatizantes’ sino de militantes en el lema de Beatriz González de ‘ciencia, acción y conciencia’.

Debo reconocerse que -tal como dice Salvador Peiró- importa más la biografía que el currículum y que el verdadero currículum de las personas son las personas que ha conocido, esas personas que en AES forman la masa crítica profesional y vital de tantos de nosotros. Mis múltiples oportunidades han venido en gran parte por personas que eran, o serían, miembros de AES. El networking proporciona la imprescindible masa crítica que estimula, hace aprender, permite trabajar en equipo y proporciona escala a los proyectos de investigación y ayuda en la internacionalización.

Ningún regalo mejor que el procedente de colegas muy apreciados. Ningún estímulo mayor que el de honorar ese reconocimiento.

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6 ideas sobre “Premios y Distinciones entre Compañeros de Viaje”

  • Eduardo Sánchez-Iriso
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