El grupo EvaluAES retoma en este 2022 la presencialidad con motivo de celebración de su XI Taller EvaluAES en la Facultad de Economía y Empresa de la Universitat de Barcelona. Aprovechamos esta entrada para compartir el ilusionante programa del XI Taller EvaluAES y anunciaros la apertura del plazo de inscripción (consulta más detalles aquí). Aunque suponemos que después de dos años de formato online muchos lectores no se pensarán dos veces su participación, refrescamos esta apasionante sesión en diferido a aquellos que no pudieron asistir. Esta entrada se dedica a un trabajo presentado por Paula González (Universidad Pablo de Olavide) y comentado por Joan Costa-Font (London School of Economics and Political Science), en el X Taller EvaluAES (ver vídeo), que investiga las consecuencias adversas de las restricciones de movilidad implementadas durante la pandemia de la COVID-19 por parte de los gobiernos, especialmente sobre la salud mental en el colectivo de las personas mayores de 50 años, todo para proporcionar evidencia científica a las posibles políticas públicas de los sistemas de salud. La pandemia de la COVID-19 declarada el 11 de marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desató una crisis sanitaria sin precedentes que forzó a los gobiernos a implementar numerosas medidas de distanciamiento social para contener la transmisión del virus.
Desde el primer momento, surgió un interés creciente por parte de los economistas por tratar de cuantificar el impacto económico de la pandemia. Nosotras, como economistas de la salud, decidimos apostar por un tema que nos parecía (y nos parece) de especial relevancia, como es el de la salud mental de la población.
Si bien ya existían trabajos que vinculaban la pandemia al deterioro de la salud mental, prácticamente ninguno investigaba los motivos por los que se había producido este deterioro. ¿Era el miedo al contagio?, ¿era la inestabilidad laboral que se había generado?, ¿era la sobrecarga del sistema de salud?, ¿o era el confinamiento y el distanciamiento social? Por otro lado, la literatura constataba la existencia de diferencias en el impacto de la pandemia sobre la salud mental de distintos colectivos, pero no había estudios centrados en los adultos mayores. Y ello, pese a que la OMS había puesto de manifiesto que este colectivo era más vulnerable al aislamiento social que otros.
El objetivo concreto de nuestra investigación fue determinar qué parte del deterioro mental observado en el colectivo de personas mayores de 50 años en Europa había sido causado por las restricciones de movilidad implementadas por los gobiernos.
La Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (SHARE) nos permitió responder a nuestra pregunta de investigación ya que entre junio y agosto de 2020 encuestó telefónicamente a más de 40.000 individuos mayores de 50 años para obtener información sobre sus condiciones de vida durante la pandemia (COVID-19 survey). Les preguntaron, entre otras cosas, sobre su salud mental en el último mes y, concretamente, si sus problemas de ansiedad, depresión e insomnio se habían agravado durante la pandemia. La encuesta muestra que un 34%, 73% y 63% de los individuos que sufrieron insomnio, ansiedad y depresión, respectivamente, en el último mes, reportaron haber empeorado durante la pandemia.
Por otro lado, utilizando los indicadores gubernamentales de respuesta a la pandemia de la COVID-19 proporcionados por la Oxford COVID-19 Government Response Tracker (OxCGRT) construimos un índice de la dureza de las restricciones a la movilidad establecidas durante los meses de abril y mayo de 2020 en cada uno de los 17 países de nuestra muestra. Para la construcción del índice, incorporamos todos los indicadores que ofrece la OxCGRT orientados a restringir la movilidad y el contacto social. Estos incluyen, entre otros, la cancelación de eventos públicos, el cierre de las escuelas, las políticas de “stay at home”, los limites al tamaño de las reuniones o el cierre del transporte público. Todos ellos son indicadores ordinales con una escala de medida de 0 a 4 puntos en función de la dureza de la política en los distintos países. De estre modo, el índice calculado nos permite clasificar a los países objeto de estudio en países con confinamientos estrictos y países con confinamientos suaves.
Para entender qué parte del empeoramiento en la salud mental de la población mayor en Europa fue causada por la dureza de las restricciones adoptamos un enfoque de dobles diferencias. Nuestra doble diferencia surge de combinar las diferencias en la dureza de las políticas de confinamiento implementadas (países con confinamientos estrictos vs países con confinamientos suaves), con las diferencias en los efectos que estas restricciones puedan tener en la salud mental de distintos grupos de individuos. Más concretamente, los grupos de tratamiento y control en nuestro análisis lo forman, respectivamente, aquellos individuos con relaciones sociales en persona frecuentes antes de la pandemia y aquellos con escasas relaciones sociales antes de la pandemia. Los datos de dichas relaciones fueron extraídos de la 6ª ola de la SHARE. En definitiva, lo que hacemos es comparar el empeoramiento en la salud mental de los individuos que tenían relaciones sociales frecuentes antes de la pandemia y viven en países con políticas estrictas, con el empeoramiento en la salud mental de este mismo tipo de individuos en países con restricciones más blandas.
Nuestros resultados, presentados en el X Taller EvaluAES y actualmente publicados en la revista Economics and Human Biology bajo el título “Lockdown Strictness and Mental Health Effects Among Older Populations in Europe”, confirman lo esperado: las restricciones a la movilidad agravaron los problemas de insomnio, ansiedad y depresión de los individuos en 5, 7,2 y 5,1 puntos porcentuales, respectivamente, lo que se traduce en un aumento de la incidencia de estos problemas del 74,6%, 39,5% y 36,4%, respectivamente.
Además, nuestro análisis por grupos poblacionales muestra que las restricciones a la movilidad afectaron de manera más notable a las mujeres, a los individuos con edades comprendidas entre 50 y 65 años, y a la población que gozaba de buena salud pre-COVID-19.
Las conclusiones del trabajo ponen de manifiesto que establecer confinamientos “selectivos”, centrados sólo en los más mayores y/o en los grupos más vulnerables (como ha ocurrido en Turquía, Rusia o Filipinas), podría contrarrestar los efectos adversos, tanto en términos económicos como de salud mental, de confinar a toda la población. Además, se constata la necesidad de que los gobiernos tengan presente la salud mental de la población, haciendo las inversiones pertinentes. Sin duda, un confinamiento selectivo o total debería acompañarse del apoyo necesario para garantizar la salud mental de la población confinada.
Comentarios de Joan Costa-Font:
Este trabajo es especialmente interesante en la medida que nos permite establecer una clara conexión entre las medidas de restricción de la movilidad en la pandemia de la COVID-19 y la salud mental de la población de edad madura. La base datos SHARE permite seguir una muestra representativa de los diferentes efectos en un número limitado de países donde se observa una variación de las medidas de protección ante la pandemia. Las estimaciones son económicamente relevantes y tiene implicaciones de política muy importantes por que sugieren la necesidad de desarrollo de una red de servicios preventivos, ya sea para mejorar la salud mental de la población afectada, a la vez que prever el efecto de futuras pandemias. Cabe recordar que el deterioro de la salud mental puede acarrear otros problemas en la salud física de la población, que impactan en el uso de servicios sanitarios, y la eficiencia de este. La salud mental en España cuenta con menor desarrollo que en otros países, y estos resultados apuntan a la necesidad de mejorar en el acceso, como apuntábamos hace una década aquí.
Quizás la principal limitación econométrica del estudio es la de no poder separar los efectos asociados a las restricciones de la propia exposición al riesgo de contagio. Por ejemplo, uno podría esperar que las medidas de limitación de la movilidad reducen los problemas de ansiedad cuando la exposición al riesgo es elevada, pero no cuando no lo es, como discutíamos aquí. Otro aspecto a destacar es que el estudio se concentra en población mayor de 50 años, cuando la exposición a la COVID-19 ha sido más importante entre poblaciones jóvenes, para los que el riesgo en caso de contagio es menor. Extensiones al estudio podrían incorporar el análisis longitudinal de los datos, ya que ello permitiría responder a las preguntas siguientes con respecto al deterioro de la salud mental observado: ¿se concentra este en población que ya era vulnerable? ¿Es este un efecto a corto plazo de cambio de carácter o humor, o un efecto sostenido en el tiempo?
El video de la sesión se puede ver aqui: