Inversiones en la edad temprana en las XL Jornadas AES. Es hora de actuar

El 25 de febrero tuvo lugar la segunda mesa de las Jornadas XL de la Asociación de Economía de la Salud. Unas Jornadas un poco diferentes, en las que nos vamos reencontrando una vez al mes para hablar de un amplio abanico de temas relacionados con la economía de salud.

Este mes tocaba poner sobre la mesa la importancia de lo que sucede en la edad temprana. ¿Y por qué esta mesa? En mi opinión, no invertimos lo suficiente como sociedad en mejorar condiciones adversas en la infancia, como puede ser la pobreza, dado que muchos de sus efectos negativos solo se manifiestan en el largo plazo. No obstante, existe amplia evidencia de la importancia de estos primeros años en nuestra trayectoria de salud y empleo a lo largo del ciclo vital. Y precisamente de esto se habló en esta mesa.

Manuel Flores, de la Universitat Internacional de Catalunya, inició la discusión con una mirada a la evidencia empírica sobre la importancia de los primeros años. Manuel explicó que lo que sucede en los primeros años, incluso en el útero, tiene consecuencias de largo plazo, e incluso que muchas de las desigualdades que nos preocupan (en salud o renta, por ejemplo) tienen su origen entonces. Además, este periodo no es solo crítico, sino también muy sensible, por lo que cualquier intervención para mejorar las condiciones futuras puede incluso ser más efectiva a esta edad, que más tarde.

Manuel aclaró que no solo los grandes eventos como hambrunas tienen efectos a largo plazo, sino también otros más “leves” como puede ser la calidad nutricional, el estrés, la contaminación o el consumo de alcohol y tabaco. Estos tienen efectos sobre variables como el peso al nacer, resultados educativos e incluso salarios en la edad adulta.

¿Y cuáles son los mecanismos a través de los que las condiciones adversas en la edad temprana causan peores trayectorias de salud y empleo a lo largo del ciclo vital? Manuel nos contó que si bien este es un área donde hace falta más evidencia, parece ser que es a través de habilidades tanto cognitivas como no cognitivas, relacionándose incluso con el crecimiento del hipocampo del cerebro. Esto es, el crecimiento del cerebro parece mediar parte de la asociación (¡hasta un 20%!) entre la pobreza en la infancia y los resultados educativos.

¿Y qué podemos esperar para las niñas y niños en España? Manuel nos mostró, con datos de la OECD, que hay motivos de sobra para preocuparse. Los datos no son muy alentadores: mayores tasas de pobreza en la infancia, menor comunicación entre padres y adolescentes, mayor número de bebés nacidos con bajo peso, mayor tasa de sobrepeso u obesidad, o mayor número de adolescentes que ni estudian ni trabajan, entre otros. Y, si la situación era preocupante antes de la pandemia, Manuel especuló que las condiciones asociadas con la pandemia actual (incremento de la pobreza, problemas de salud mental de adultos y menores, cierre de colegios, mayor estrés…) auguran efectos adversos tanto en la salud como en las condiciones socioeconómicas en el largo plazo.

Manuel concluyó urgiéndonos a ¡Actuar Ya!, puesto que, citando a Heckmanv, “A child who falls behind may never catch up” (Una niña o niño que se queda atrás, puede que nunca se ponga al día).

Miriam Wüst, profesora de la University of Copenhagen y The Center for Economic Behavior and Inequality, así como editora asociada del Journal of Health Economics, se encargó de mostrarnos los efectos a corto y largo plazo de algunas intervenciones sanitarias en el primer año de edad.

Miriam inició su presentación haciendo hincapié en la evidencia disponible en distintas disciplinas sobre la importancia de los primeros años de edad, y sugiriendo que es el momento de acudir a los datos para evaluar si (cuáles) inversiones en la edad temprana son efectivas, eficientes, y reducen las desigualdades. Sí, querida lectora, hay que ir a los datos y ¡evaluar, evaluar y evaluar!

La evaluación de estas intervenciones no solo debe hacerse con datos adecuados, sino también siendo cuidadosas con las técnicas utilizadas y asegurarnos que informamos sobre el efecto causal de un programa. Miriam nos puso el ejemplo de la relación entre hospitalizaciones y salud infantil: si miramos a la relación entre estas dos variables, encontraremos una asociación negativa (las hospitalizaciones están asociadas a una peor salud infantil). No por esto recomendaremos no hospitalizar a las niñas y niños gravemente enfermas, dado que la relación anterior se debe a que los menores hospitalizados son los que presentan un peor estado de salud.

Son varias las maneras en las que se pueden evaluar dichos efectos causales. Miriam nos presentó un trabajo suyo en el que evaluaron los efectos a corto y largo plazo de un programa de visitas de enfermeras al hogar implementado en Dinamarca en 1937, cuyos objetivos eran ofrecer información y apoyo a las madres y padres, monitorear la salud de los bebés e incentivar la inversión de las madres y padres en las niñas y niños. Miriam mostró que este programa no solo mejoró la supervivencia a un año, sino también en edad adulta, y disminuyó la presencia de enfermedades cardiovasculares. Miriam nos mostró que esta evidencia es consistente con los efectos encontrados utilizando la variación en dichas visitas debido a una huelga de las enfermeras en el 2008. Los trabajos completos se encuentran aquí, aquí y aquí.

Miriam concluyó su intervención recalcando que hay amplia evidencia empírica sobre la importancia de tanto los efectos adversos como las políticas en la edad temprana, pero que aún queda mucho por investigar. Por ejemplo, mencionó la necesidad de saber más sobre cómo las distintas políticas interaccionan a lo largo de la infancia, los distintos efectos de políticas universales versus dirigidas a colectivos específicos, así como los efectos de las distintas características de las políticas existentes. Por último, remarcó la importancia de saber más sobre el papel (y los efectos sobre) de los padres, dado que enfoques centrados solo en las madres resultan anticuados en la sociedad actual.

La importancia de mirar a otras políticas nos llevó a la tercera ponente de la tarde. Anna Cristina d’Addio, Senior Policy Analyst en el equipo del Global Education Monitoring Report de la UNESCO, ofreció una panorámica –no muy alentadora- del efecto de la Covid-19 sobre las desigualdades educativas en el mundo.

Anna empezó su intervención mencionando que aquellos que más deberían beneficiarse de la educación, por su situación desaventajada, son no solo los que menos se benefician, sino también los que se encuentran con un mayor riesgo de quedarse atrás.  La Covid-19 ha causado una disrupción en el sistema educativo, y muchas de las políticas implementadas para intentar no dañar el desarrollo educativo de las niñas y niños han exacerbado las diferencias educativas existentes.

¿Cuánto han empeorado las ya existentes desigualdades en educación? Anna nos explicó que es difícil cuantificar esto debido a la falta de datos, en parte debida a la interrupción de los sistemas de colección de datos educativos. No obstante, la evidencia existente a través de otras fuentes apunta a grandes diferencias en el acceso a internet, incluyendo los costes y la velocidad, ordenadores, radio y TV entre los más pobres de los países en desarrollo, o habitaciones tranquilas para estudiar. Anna también mostró datos sobre la falta de preparación de los profesores para integrar las nuevas tecnologías; por ejemplo, solo el 50% en los Países Bajos o el 30% en Japón. Los datos de este tipo de encuestas realizadas a profesores, como otras encuestas realizadas a hogares, son en su mayoría generales, pero nos hacen esperar que las desigualdades educativas se amplíen en el futuro.

¿Y qué se ha hecho para paliar estas diferencias? La información sobre esto también es escasa. Anna mencionó la encuesta conjunta de UNESCO-UNICEF-World Bank para recoger evidencia sobre los programas de apoyo en distintos países para familias y profesores. Las respuestas financieras de los distintos países tampoco están muy claras, y la educación no forma parte de los paquetes de estímulo. Anna mostró que solo un 0,09% del dinero de los paquetes de estímulo se ha dedicado a la educación, lo que supone un problema importante. A esto, hay que añadirle la situación de crisis y las múltiples otras prioridades en muchos países, lo que augura que el presupuesto destinado a educación no vaya a mejorar en el corto plazo. Además, políticas destinadas a grupos vulnerables son inexistentes en la mayoría de los países.

Anna concluyó su intervención recalcando que la crisis asociada a la Covid-19 ha incrementado la urgencia en invertir en una educación inclusiva, que garantice que los colectivos vulnerables accedan a una educación de calidad.

El formato online nos privó de poder seguir la discusión con las ponentes y los asistentes a la sesión en una pausa café, la comida e incluso la famosa cena de nuestras queridas Jornadas. No obstante, espero que sirviera para contribuir a la concienciación de la necesidad en invertir más y mejor en reducir las desigualdades en la edad temprana, para garantizar una igualdad de oportunidades real a lo largo de la vida.

Y, si no pudiste participar, te animo a ver las intervenciones que se encuentran disponibles aquí, y espero nos encontremos en alguna de las siguientes mesas de las Jornadas XL.

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