¿Pueden las políticas del mercado de trabajo tener efectos en la salud? El caso del subsidio por desempleo de larga duración para mayores de 52 años

El grupo EvaluAES, respira, se mueve, y goza de buena salud gracias al amor al arte de evaluar las cosas de la salud o la salud de las cosas. El grupo procura favorecer el intercambio multidisciplinar entre investigadores (economistas y no economistas) que desean evaluar políticas públicas (de salud, o no precisamente de salud, pero con impacto sobre ella). Y para muestra, un botón: esta entrada se dedica a un trabajo presentado por Manuel Serrano-Alarcón en el IX Taller EvaluAES (enlace al video de la presentación aquí), que evalúa el efecto sobre la salud de políticas sobre el mercado de trabajo, ¡casi nada, esperamos que la disfruten! Y no se olviden, nos vemos en julio de 2021 en el X Taller EvaluAES ¡Estén atentos al “call for abstracts”!

Comité de trabajo de EvaluAES

Antecedentes

La mayoría de la investigación sobre los efectos de las prestaciones por desempleo se centra únicamente en sus consecuencias en el mercado de trabajo y el nivel de renta del receptor. Sin embargo, las ayudas al desempleo pueden tener también efectos en otras dimensiones del bienestar, como por ejemplo la salud.

En este contexto, existe una literatura bien establecida que evalúa los efectos negativos del desempleo (pero no de las prestaciones) en la salud, particularmente respecto a la salud mental (Browning y Heinesen, 2012; Cygan‐Rehm et al., 2017). No obstante, está menos claro cómo los subsidios por desempleo pueden mediar en esta relación. Por el lado positivo, dado que el deterioro en la salud mental asociado con el desempleo viene en parte explicado por la caída en ingresos, un subsidio podría aliviar esos efectos negativos evitando situaciones de exclusión social. Además, el hecho de tener garantizado el acceso a un subsidio por desempleo puede desincentivar que los trabajadores acepten trabajos con baja salud ocupacional y alto riesgo de accidentes de trabajo y lesiones.

Por el lado negativo, los subsidios por desempleo pueden desincentivar la búsqueda de trabajo y potencialmente perpetuar la situación de desempleo. El desempleo puede perjudicar a la salud no solo por la pérdida de ingresos, sino también por una menor autoestima y realización personal (Farré et al., 2018). En este caso, existiría el riesgo de que los subsidios por desempleo refuercen los efectos negativos del desempleo sobre la salud.

¿Qué pretendemos en este trabajo?

En este trabajo proporcionamos evidencia sobre los efectos en la salud de un subsidio para desempleados de larga duración. Para ello, estudiamos la reforma en el subsidio para desempleados de larga duración de mediana edad de España llevada a cabo en julio de 2012. Esta reforma aumentó la edad mínima requerida para acceder a dicho programa de 52 a 55 años.

Este subsidio, de 430 euros mensuales, está especialmente diseñado para trabajadores que se acercan a la edad de jubilación y que tienen importantes dificultades para reintegrarse en el mercado de trabajo. Los receptores del subsidio han estado desempleados durante un largo periodo de tiempo y por lo general, tienen un bajo nivel socioeconómico. Por lo tanto, en términos de políticas públicas de salud, este es un segmento muy relevante de la población, ya que su situación laboral y social les hace más proclives a tener un estado de salud potencialmente peor.

Metodología y datos

La reforma hizo que cohortes similares de individuos quedaran como elegibles o no para acceder al subsidio en función de su fecha de nacimiento. Concretamente, aquellos que cumplieron 52 años justo antes de la reforma (julio de 2012) pudieron acceder al subsidio desde 2012, mientras que los que cumplieron 52 años justo después de la reforma no pudieron acceder al programa hasta, como mínimo, el año 2015, tras cumplir 55 años. Este es el “experimento cuasi-natural” que utilizamos para estimar el efecto del acceso al subsidio en el mercado de trabajo primero, y en la salud después.

Para el análisis econométrico, usamos un modelo de triple diferencias, donde nuestro grupo de “tratamiento” son los nacidos en el primer semestre de 1960 (cumplieron 52 años justo antes de la reforma); y nuestro grupo de control son los nacidos en el segundo semestre de 1960 (cumplieron 52 años justo después de la reforma). Además, añadimos las cohortes más cercanas (nacidos en el año 1961 y 1962) para controlar por diferencias no observadas entre aquellos nacidos en el primer y segundo semestre de cada año. Si la reforma tuvo algún efecto, esperaríamos observar cambios diferenciales en los indicadores del mercado de trabajo y/o salud para aquellos nacidos en el primer semestre comparado con los nacidos en el segundo semestre, solo en la cohorte afectada por la reforma (1960), y no en la cohorte de 1961-62.

Como fuentes de información usamos la Muestra Continua de Vidas Laborales, la Encuesta de Morbilidad Hospitalaria del Instituto Nacional de Estadística, y la Base de Datos Clínicos de Atención Primaria.

Principales resultados

Los resultados sobre el mercado de trabajo nos indican que la reforma efectivamente afectó a la probabilidad de recibir el subsidio (Figura 1).  Las estimaciones del modelo de triple diferencias muestran que la cohorte de hombres elegibles aumentó la probabilidad de recibir el subsidio en casi 4 puntos porcentuales, siendo este aumento menor para las mujeres (2,5 puntos porcentuales). Además, este efecto se mantuvo a lo largo del tiempo. Esto indica que los individuos que cumplieron 52 años justo antes de la reforma, una vez tuvieron acceso al subsidio, no lo perdieron, aunque ya no cumplieran con la nueva edad mínima de 55 años. Además, la reforma disminuyó significativamente la probabilidad de estar fuera del mercado de trabajo para la cohorte elegible. Por lo tanto, la principal alternativa al subsidio era estar fuera del mercado de trabajo, es decir, sin un trabajo formal y sin otro tipo de subsidio o prestación por desempleo.

Figura 1– Resultados del modelo de triple diferencias sobre la probabilidad de recibir el subsidio de desempleo

Pasando a los efectos en salud, nos centramos en los diagnósticos que, de acuerdo con la literatura, pueden ser más afectados por el subsidio de desempleo y la situación laboral: la salud mental y las lesiones. En los hombres, aquellos elegibles para el subsidio redujeron las hospitalizaciones por lesiones alrededor del 12%. Además, como muestra la Figura 2, ese efecto viene impulsado por las provincias con mayor tasa de desempleo entre los hombres de mediana edad, es decir, provincias que estuvieron más expuestas a la reforma. En mujeres, sin embargo, no encontramos ningún efecto para este tipo de hospitalizaciones.

Figura 2– Resultados del modelo de triple diferencias sobre la tasa de hospitalizaciones, hombres.

a) Tasa de hospitalización por lesión b) Tasa de hospitalización por problemas mentales

 

Igualmente, en el caso de hospitalizaciones relacionadas con problemas de salud mental los resultados no son estadísticamente significativos para ninguno de los sexos. Este último resultado es esperable ya que las hospitalizaciones son un indicador muy extremo de salud mental. Es por ello que utilizamos datos sobre diagnósticos de problemas psicológicos en Atención Primaria, un evento con mayor incidencia en estos pacientes. En este caso, se repite el mismo patrón de género que el de las hospitalizaciones por lesión. En los hombres, observamos una reducción en la probabilidad de ser diagnosticado con algún problema psicológico de alrededor de 3 puntos porcentuales, mientras que no se observa ningún efecto en las mujeres (Figura 3).

Figura 3– Resultados del modelo de triple diferencias sobre la probabilidad de diagnóstico de problemas psicológicos en Atención Primaria

a) Hombres b) Mujeres

Discusión y conclusiones

La reforma tuvo un efecto sobre la probabilidad de recibir el subsidio, siendo este mayor sobre los hombres. Además, aquellos que dejaron de ser elegibles para el subsidio por el aumento de la edad mínima, tuvieron como principal alternativa quedarse sin ningún otro tipo de subsidio y sin acceder a un trabajo formal.

El acceso al subsidio disminuyó las hospitalizaciones de hombres debido a lesiones. Siguiendo los datos retrospectivos de su vida laboral, observamos que los hombres receptores del subsidio realizaban trabajos físicamente más exigentes y, en general, con menor salud ocupacional y mayor riesgo de accidentes, como el sector de la construcción. Por lo tanto, a priori, su principal alternativa de ingresos al subsidio se encuentra en este tipo de trabajos, ya sean en el sector formal o informal.

El hecho de no encontrar ningún efecto sobre hospitalizaciones en diagnósticos de salud mental era algo esperado. Sin embargo, el subsidio sí parece tener un efecto protector en la salud mental de los hombres, medida como la probabilidad de diagnóstico de problemas psicológicos. De nuevo, no encontramos ningún efecto en las mujeres. Las diferencias entre géneros pueden deberse a que la reforma tuvo un impacto menor sobre el acceso al subsidio de las mujeres.

Esta investigación tiene una limitación importante que es preciso señalar. Nuestras estimaciones de los efectos en salud están basadas en un análisis “intention-to-treat” ya que no podemos observar la situación laboral de los individuos en los datos de salud. Aun así, nuestros resultados son relevantes desde una perspectiva de políticas públicas de salud porque el modelo econométrico analiza los efectos netos en salud de la reforma. Esto nos permite hacer una estimación de hospitalizaciones adicionales por lesiones debido a la reforma: 378 al año con un coste anual de 1.860.000 euros.

En definitiva, nuestros resultados son un ejemplo de cómo las políticas laborales pueden tener importantes efectos sobre la salud, a pesar de no ser inicialmente diseñadas con ese objetivo. Por lo tanto, tales efectos deberían ser tenidos en cuenta a la hora de elaborar las correspondientes políticas públicas.

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3 ideas sobre “¿Pueden las políticas del mercado de trabajo tener efectos en la salud? El caso del subsidio por desempleo de larga duración para mayores de 52 años”

  • David Epstein
    • Ignacio García
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