Economía y salud
BOLETÍN INFORMATIVO - Año 2018. Abril. nº 90
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XXXVIII Jornadas de Economía de la Salud
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Alan Maynard - ¡ay! No más



Si quisieras saber qué pensaba la gente de Alan Maynard, economista de salud pionero, y por qué lo pensaban, no podrías hacer nada mejor que leer un pequeño libro de bolsillo amarillo llamado Maynard Matters: Pensamiento crítico sobre la política de salud(*) que te dirá casi todo lo que necesitas saber sobre él y por qué él y lo que pensaban de él importaba. No te informará acerca de su adorable familia (Liz y sus cuatro hijos y nietos) y lo que significará su fallecimiento para ellos. Tampoco te contará acerca de su larga batalla contra el mieloma, que finalmente lo atrapó, pero a lo largo de la cual mantuvo un coraje inmenso, incluso belicoso, que asombraba (al menos a mí). He tenido a Alan como amigo y colega desde 1966, algo para atesorar. En muchos aspectos nos complementamos mutuamente, compartiendo la misma disciplina, los mismos valores básicos sobre la salud y la sociedad, otorgando el mismo valor al uso de las pruebas científicas, el mismo compromiso con la franqueza y la misma oposición a la presunción, hipocresía y falta de confianza en la academia y la política pública. Siempre fue más práctico que yo, un trabajador más duro y más ingenioso, por lo que su impacto en "lo que importa" ha sido merecidamente más grande que el mío.

Será recordado principalmente como alguien que echaba en cara -especialmente a médicos, políticos y gerentes de servicios de salud- las verdades ineluctables de la economía. Su economía no era demasiado sofisticada y nunca cegó mentes inocentes con matemáticas o pesadas abstracciones. Afirmaciones económicas simples, bien elaboradas, reforzadas empíricamente, vigorosamente (a menudo irónicamente) expresadas ​​y aplicadas con perspicacia a problemas graves: estos son los sellos del clásico Maynard, el rompe vidrios (no es mi frase, sino de Virginia Bottomley, consulte el libro en rústica amarillo antes citado). Él acuñaba frases con facilidad. Mi favorita es la "redesorganización del NHS", un neologismo muy útil para todos los estudiantes de atención médica en el Reino Unido. Estos talentos lo convirtieron en un maestro brillante. No me puedo imaginar a nadie durmiendo en una clase de Alan Maynard.

Él no era el único economista que pensaba en cuestiones de salud, pero él, más que nadie, lo hizo llegar al mundo exterior a la economía. Lo hizo, además, sin distorsionar la economía. En territorio multidisciplinario, es la cosa más fácil del mundo olvidar la precisión de los conceptos básicos, especialmente cuando el vocabulario técnico se comparte con el idioma vernáculo: términos como costo, ventaja comparativa, utilidad, resultado. Maynard no. También entendió y abordó las áreas aplicadas donde la economía ha sido débil: especialmente el extra-welfarismo, la asignación de recursos y el tema Cenicienta de la salud mental. Abordó estas cuestiones mucho antes de que se convirtieran en preocupaciones comunes.

Pero. (Una buena frase de una palabra para ti). Mira ese libro en rústica amarillo. La primera mitad te dice lo que otros pensaban de él. La segunda te informa de lo que él pensaba: sobre las desigualdades regionales en el NHS, situando la economía en la medicina basada en pruebas donde Cochrane y Sackett se habían detenido, resistiendo la estrecha perspectiva de la "economía de la salud", ya que tendía a identificarse con "análisis de coste-efectividad", adicción y políticas para el cambio de comportamiento, planificación de recursos humanos y sustitución de roles en las profesiones clínicas, capacitación mal dirigida en habilidades de gestión de salud pública, reorientación del enfoque de políticas de los insumos a los productos, la necesidad de un racionamiento racional, competencia y elección en el NHS, denunciando la idolatría del mercado, la desorganización y re-desorganización del NHS, las comparaciones internacionales falaces de los sistemas de salud, la medicina de familia por cuenta propia detentadora de presupuestos, y la regulación sensata de los productos farmacéuticos.

Casi todos sus escritos sobre este amplio portafolio de temas aparecieron en lugares accesibles, notablemente en el Health Service Journal, no un lugar exclusivo de economistas para economistas. Este fue su mejor regalo: poder resumir copiosa literatura en un lenguaje accesible, con visión penetrante, y montones de ironía para incomodar a los complacientes. Fundó el Centro de Economía de la Salud en York y lo llevó a una posición de dominio internacional.  Dirigió el primer programa Máster del Reino Unido en economía de la salud en York, que puede afirmarse de manera convincente que aún es el líder mundial. Él enseñó a innumerables estudiantes y ganó y abordó docenas (posiblemente cientos) de proyectos de investigación. Fue un conferenciante infatigable en todo el Reino Unido y en el extranjero. Fue un ayudante generoso y partidario de otros centros universitarios de expertos en economía de la salud (especialmente Aberdeen, de la que obtuvo un doctorado honoris causa). Fue presidente del Hospital de York durante doce años y de la Autoridad Sanitaria del NHS en el Valle de York durante cuatro años hasta que su salud comenzó a fallar. Recibió la Order of the British Empire por su servicio al NHS.

En 2015 recibió el Premio Graham de Investigación de Servicios de Salud. Los ganadores anteriores incluyeron a Uwe Reinhardt, Mark Pauly, David Sackett y Don Berwick. El Premio reconoce las contribuciones de los investigadores de servicios de salud que han tenido un impacto significativo en la salud pública en una de las tres áreas de enfoque principales: gestión de servicios de salud, desarrollo de políticas de salud y prestación de servicios de salud. El comité independiente de ganadores anteriores, académicos distinguidos e investigadores reconocidos internacionalmente, resaltaron que Maynard fue simultáneamente sobresaliente en los tres.

En estos días, cuando el mérito académico se calcula cada vez más en términos de "impacto", Maynard seguramente sobresale como un destacado economista de la salud que realmente marcó la diferencia.

 

(*) https://www.york.ac.uk/che/publications/books/maynard-matters/

 

Traducción por Vicente Ortún, del blog original por Anthony Culyer, disponible en: https://www.ohe.org/news/alan-maynard-–-alas-no-more


Comentario

Guillem López-Casasnovas
Universitat Pompeu Fabra
Email: guillem.lopez@upf.edu

 

The Economist, sea lo que sea os suponga esta publicación como referente, consideró por primera vez la Economía de la Salud -que yo sepa- citando los trabajos de Alan Maynard. Y esta cita no fue la única, ya que para muchos Alan Maynard era ‘la’ Economía de la Salud, su cara más visible (el ‘padrino’ de la mafia de York siempre fue el otro Alan), el emprendedor de iniciativas y creador de organizaciones, el más expuesto a los medios y el más prolijo en publicaciones, desde artículos científicos a trabajos de divulgación o columnas en prensa.  Un gran Volvo todoterreno (su coche).

Alan nos ha dejado.  Supe de él recientemente por un amigo común también perteneciente a la York’s mafia, que su cáncer le estaba ganando la partida. No soy yo bueno para estas cosas pero me comprometí a escribirle, como muestra de que en nuestros encuentros internacionales le teníamos aún muy presente. Le conté algunas cosas del reencuentro en Hamburgo con algunos ISER’s fellows, la situación catalana y cómo le manteníamos desde España algunos como referente.  Entre las cosas que me respondió, cito textualmente, ‘for the last six years I have been a considerable consumer of NHS care but I continue to keep 'buggering on'!’  Y que como consumidor no complacido  ‘…currently I am trying to demonstrate that the purchase-provider internal market should be abolished!’ Siempre tan incisivo, chocando con la punta del iceberg de una argumentación hundida en el océano de su experiencia.

Me gustaba de él su versatilidad, combinando economía y gestión, academia y policy-making, análisis de servicios y compromiso con el hospital Trust de su postcode. Mi amigo Jaime Ginestal tuvo con él una relación más estrecha, y un gran recuerdo. He de confesar que en la distancia corta Alan me allanaba. Hablaba rápido, entre pequeñas risas, con mirada buscando empatía… y me era difícil seguirle. Mi inglés no daba tampoco para responder a su altura, aunque su provocación me empujaba más rápidamente la cabeza que la lengua.

Me estoy quedando sin referentes. El otro Alan (Williams) nos dejó ya hace unos años. Y Uwe Reinhardt hace poco.  Ellos me hablaban más despacio, ya para ayudarme en la tesis, ya como mi antecesor presidente en IHEA. Pero el lenguaje desbordado y la inteligencia de Alan Maynard los guardo con envidia.


Comentario

Jaime Ginestal
Universidad del País Vasco
Email: jaime.ginestal@ehu.es

 

Después de darle muchas vueltas a qué podría o debería decir sobre Alan Maynard, me he decidido por relatar un hecho personal que creo que revela mucho sobre su persona y calidad científica. Estoy seguro que hay gente mucho más cualificada que yo para analizar su obra y su brillante trayectoria profesional, así que creo que es lo mejor que puedo hacer para contribuir en este número del Boletín para homenajear a uno de los últimos fundadores de la escuela de York; muy probablemente la de mayor influencia intelectual en los economistas de la salud españoles.

El hecho transcurre (creo recordar) en las Jornadas de Sevilla, en esas Jornadas presentaba un capítulo de mi tesis en ciernes que estaba elaborando en la Universidad de York. Los organizadores decidieron (como en algunas otras ocasiones) que los trabajos serían presentados por un “discussant” (perdón por la denominación en inglés) y a mí me “tocó” Alan Maynard para presentar y discutir mi trabajo. El trabajo era un modelo dinámico de elección con ecuaciones en diferencias. Yo sabía que Alan nunca trabajaba con matemáticas o modelos sofisticados, así que fruto de la prepotencia de la juventud y de la bisoñez profesional, pensé ¿qué podrá decir?

Cuando acabó, entendí que Alan había entendido mejor que yo cuál era el problema que quería resolver, comprendí que él había comprendido mejor que yo cuáles eran las limitaciones del trabajo y cuáles las posibilidades de mejora y, sobre todo, aprendí que el verdadero ejercicio de cualquier economista (de la salud o no) es plantearse problemas de interés y tratar de resolverlos adecuando de la mejor manera posible los escasos datos y conocimientos que están a nuestro alcance. Alan no utilizaba modelos sofisticados, ni falta que le hacía, para tener una mirada aguda y penetrante sobre la realidad. Puede parecer que son recuerdos forzados por la luctuosa ocasión y la nostalgia, pero puedo asegurar al lector de estas líneas que no. Esa lección la he recordado e intentado poner en práctica durante el resto de mi vida profesional. Muy a menudo nos dejamos guiar por el uso de técnicas o modelos sofisticados simplemente por el mero hecho de que son “de frontera”, sin pararnos a pensar que la verdadera excelencia está en la elección de objetivos a estudiar y de la elección de las variables relevantes. Ahí era donde Alan Maynard destacaba enormemente, con su físico inglés (casi prototípico) y su mirada clara (no sólo por el color de los ojos) y socarrona (es difícil recordarle sin una sonrisa en la cara).

Para acabar con otra nota personal y no profesional a este recuerdo, Alan y su mujer se ganaron el cielo un día que les invité a mi casa a comer un arroz con cosas (que ellos indefectiblemente llaman “paela”) porque, sin modestia, me suele salir muy bien. Pues ese día, debido probablemente al exceso de celo, salió un comistrajo que sólo con magnanimidad se podría   calificar como comestible. Pues bien, ellos no dejaron de alabar la “paela” y, a día de hoy, sigo sin saber cuánto de magnanimidad había en sus comentarios.

Carpent tua poma nepotes (Virgilio)

Cuando acabe esta nota pienso abrir una botella de buen vino en honor de Alan Maynard y os invito a que hagáis lo mismo.


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Editora de redacción: Cristina Hernández-Quevedo (c.hernandez-quevedo@lse.ac.uk).

Han colaborado en este número: Elena Arroyo Borrell, Anthony Culyer, Jonathan Cylus, Josep Figueras, Leticia García Mochón, Ariadna García Prado, Jaime Ginestal, Ana Luisa Godoy Caballero, Jordi Gol, Guillem López-Casasnovas, Juan del Llano, Charles Normand, Vicente Ortún, Juan Francisco Orueta Mendia, Salvador Peiró Moreno, Jaime Pinilla, Marta Trapero Bertran.