AC-DC, la salud mental antes y durante la COVID-19: Resumen de las comunicaciones sobre la provisión de servicios de salud mental

El pasado 25 de marzo de 2021 tuvo lugar la tercera sesión de las Jornadas XL. La temática de esta sesión fue la provisión de servicios de salud mental.

Actualmente, y en especial, en tiempos de pandemia, preocupa el conocimiento de medidas que puedan influir positiva y negativamente sobre la salud mental. La situación actual vivida es, desde luego, una muestra de cómo la salud mental se puede ver afectada por medidas restrictivas como la cuarentena o el aislamiento social, en las que las oportunidades para realizar actividades que habitualmente se recomendarían para mejorar el bienestar físico y emocional, se ven restringidas casi al mínimo. Recientemente se ha publicado una revisión sistemática sobre este tema, publicada por Jonathan Henssler y coautores en una revista de prestigio en el año 2020. Este y otros contextos, distintos al de la pandemia de la COVID-19, se discutieron en la sesión número 3 de estas Jornadas.

La sesión comenzó con una acertada mesa de ponencias, moderada por Sergio Márquez-Peláez (AETSA, Evaluación de Tecnologías Sanitarias de Andalucía y Universidad Pablo de Olavide de Sevilla) en la que se expuso con claridad el estado de sitio y los problemas actuales (incluyendo la actual crisis de la COVID-19 y discusión sobre la diferencia con otras crisis sanitarias previas) en el ámbito de la salud mental. En ella participaron como ponentes Luz María Peña-Longobardo (Universidad de Castilla la Mancha), Cristina Molina (Orden Hospitalaria de San Juan de Dios) y Mercedes Navío Acosta (Oficina Regional de Coordinación de Salud Mental y Adicciones, Dirección General de Proceso Integrado de Salud, CIBERSAM). La mesa de comunicaciones sobre la provisión de servicios de salud mental fue moderada por Maria José Rabanaque (Profesora Titular en la Universidad de Zaragoza, Unidad de Medicina Preventiva y Salud Pública). Presentaron comunicaciones Elena Puerto (Universidad de Barcelona), Cristina Vilaplana Prieto (Universidad de Murcia), Manuel Serrano Alarcón (Dondena Research Centre, Universidad de Bocconi, Milán) y María Errea (investigadora autónoma). Las comunicaciones, ponencias, y el vídeo de la sesión están disponibles en la web de las Jornadas XL.

Comienza con la sesión de comunicaciones Elena Puerto, quien nos presentó su trabajo (realizado en conjunto con Jorge Galiana Richart, Fernando López-Muñoz, Paola Mastrantonio Ramos y Alfredo Rocafort Nicolau) con en el que se busca conocer si las variables macroeconómicas (como el producto interior bruto, PIB) son independientes de las variables asistenciales en un contexto de sanidad pública. En su artículo se utilizaron dos bases de datos para dos comunidades autónomas (CCAA), Cataluña (datos del CatSalut) y el País Vasco (datos de los presupuestos generales del Gobierno Vasco). Para ambas CCAA se dispuso de variables económicas y financieras de sus centros de salud. En ambos casos, el horizonte temporal tomado fue de 2006 a 2017. Con el fin de responder a la hipótesis planteada, los autores realizaron un análisis descriptivo, seguido de un contraste de hipótesis. Con respecto a los principales resultados globales obtenidos a partir del análisis descriptivo, se encontró que el 75% de la población que sufre de salud mental no estaba recibiendo el tratamiento adecuado, observándose costes elevados derivados del sistema sanitario, y no sólo económicos, sino también emocionales o relacionados con la carga familiar. El contraste de hipótesis encontró que el gasto sanitario se explica por el PIB. Concretamente, en épocas de contracción económica, el gasto se reduce, los servicios prestados se reducen, y empeora la salud mental de la población. En cuanto a los resultados para cada comunidad, se observaron diferencias entre las dos comunidades. Por un lado, en Cataluña, el gasto sanitario en salud mental fue menor (1314,72€ por habitante) que en el País Vasco (1575,46€ por habitante) tras la pandemia. Además, en ambos casos se redujo. Sin embargo, en cuanto a su distribución, fue más igualitaria en Cataluña, mientras que en el País Vasco se observaron más diferencias en términos de desigualdades en los niveles de gasto por paciente. El estudio (que además es el primero que relaciona el gasto en sanidad con el PIB incluyendo una comparativa entre CCAA) concluyó que el gasto se redujo en ambas comunidades, con diferencias entre ambas. Esto último no es raro, dado que ambas disponen de sistemas sanitarios muy diferentes.

La segunda comunicación, por Cristina Vilaplana, fue un trabajo coautorizado con Joan Costa-i-Font (London School of Economics) en el cual analizaron los efectos de la actual pandemia de la COVID-19 sobre la ansiedad y la depresión. Para ello dispusieron de datos de 22 países europeos (y un total de más de 48.000 observaciones) para los cuales se analizaron distintos escenarios, en base a las posibles combinaciones de los niveles de confinamiento (estricto o no estricto) y mortalidad (comparando picos de elevada mortalidad vs. momentos de niveles de mortalidad más bajos). Los autores realizaron análisis con tres métodos distintos (estudio de eventos, diferencias en diferencias, y regresión discontinua), con el fin de obtener información lo más completa posible además de verificar la robustez de los resultados obtenidos. Entre los principales resultados destacaron un aumento de la depresión y de la ansiedad (para esta, aún mayor) cuando el confinamiento fue estricto, y en momentos de baja mortalidad. Sin embargo, cuando el confinamiento deja de ser estricto, pero ha sido establecido por niveles de mortalidad elevados, los niveles de depresión y ansiedad bajaron hasta 2,67 puntos porcentuales (lo cual supone una bajada del 6,47% respecto a la media muestral) y 5,23 puntos porcentuales (un 8,95% con respecto a la media muestral), respectivamente. La bajada en los niveles de ansiedad fue 1,38 veces superior a la observada para los niveles de depresión.

En una línea muy similar, a continuación, Manuel Serrano-Alarcón presentó su trabajo (en conjunto con David Stuckler y Alexander Kentikelenis) sobre la salud mental, también en tiempos de la pandemia de la COVID-19. El objetivo de este trabajo era buscar el efecto causal entre el confinamiento estricto y la salud mental. Los datos, en este caso, responden a dos países de Reino Unido: Inglaterra y Escocia. Utilizando datos de 9,000 individuos, e información 2-3 años antes de la pandemia, y durante la pandemia, se comparan datos del instrumento General Health Questionnaire (GHQ)-12, que es un instrumento que está validado para medir el nivel de problemas (auto reportados) de salud mental. Manuel encuentra que la salud mental mejora con el fin del confinamiento en los dos países, y especialmente cuando se quita el confinamiento estricto, aunque se mantengan restricciones importantes de distanciamiento social. Además, el estudio demuestra que existieron efectos especialmente negativos del confinamiento sobre la salud mental en aquellos grupos con niveles más bajos de educación y peores condiciones de estatus social más bajo (concretamente observando un efecto desproporcional en el caso de Escocia). La comunicación termina con una serie de propuestas de políticas públicas, sugiriendo que en los casos en los que sea necesario imponer medidas de confinamiento más estrictas, sería importante tomar medidas de carácter social y de atención a la salud mental, y que éstas deberían ser destinadas especialmente a los grupos de población más desfavorecidos y vulnerables, y con peores niveles de salud mental.

Finalmente, María Errea, nos presentó los resultados de una revisión sistemática de la literatura (trabajo en conjunto con Laia Maynou y Helena M. Hernández-Pizarro) sobre la asociación de la actividad física con la salud mental. En este trabajo, las autoras ponen el foco en aquellas personas con una enfermedad mental diagnosticada o con mucha probabilidad de ser diagnosticado en el futuro (lo que se conoce como síntomas clínicamente relevantes de salud mental). En la síntesis de resultados se buscó, además, obtener toda la información disponible para comparar dicha asociación en las poblaciones mayores de 65 años y los adultos jóvenes. Como principales resultados obtenidos, cabe destacar la distribución no equilibrada (entre un total de 27 artículos finalmente incluidos en la revisión) que utilizaron medidas objetivas de salud mental (solo dos artículos utilizaron diagnóstico clínico como medida de salud mental) en comparación con aquellos que utilizaron medidas de salud mental auto reportadas, aunque en este caso sean clínicamente relevantes (los restantes 25). En cuanto a las diferencias entre adultos jóvenes y los mayores de 65 años, la información revisada no es suficiente para concluir que existan diferencias entre los dos grupos, dado que solamente hay un estudio que comparó los efectos de la actividad física sobre la salud mental por grupos de edad (el resto de artículos se concentraron solo en grupos concretos de edad). Finalmente, aunque la revisión encontró que la salud mental se puede ver beneficiada por la actividad física, también mostró que la cantidad de evidencia es todavía limitada como para poder concluirlo con certeza. Esto se debe principalmente a que la mayor parte de estudios se basó en medidas subjetivas (auto reportadas) tanto de salud mental como de actividad física.

Una vez concluida la mesa de comunicaciones, tuvimos la suerte de contar con la presencia de Begoña San Narciso, representante de la asociación Menudos Corazones, la cual nos agradeció y contó una pequeña anécdota en relación a la iniciativa de la asociación que este año ha destinado los fondos recaudados en la CarrerAES a esta asociación.

Agradeciendo a todos los ponentes y participantes de la sesión su participación, nos despedimos sabiendo que el día 29 de abril nos volveremos a ver para tratar, en este caso, el tema de la inteligencia artificial y sus posibilidades de implementación en los métodos tradicionales de evaluación de tecnologías sanitarias.

 

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